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“Esto es arte, no mendicidad”: Marcos Mateos

Marcos Mateos, en un semáforo de la avenida Simón Bolívar de Valledupar. Foto de Adamis Guerra/ EL PILÓN

Mendigos, vendedores ambulantes, limpiavidrios y artistas callejeros, eran personajes hasta hace poco tiempo exóticos en esta capital, pero que hoy pululan en cada semáforo y con quienes algunos valduparenses se han acostumbrado a convivir.    

EL PILÓN habló con uno de esos personajes, a quienes las luces verdes, amarillas y rojas del semáforo, regulan su subsistencia.  Se trata Marcos Mateos, un bogotano de 29 años, que desde hace varias semanas practica su arte callejero en la capital del Cesar.

EL PILÓN: Habiendo tantas ciudades con mayor desarrollo económico y social. ¿Por qué llega a Valledupar?

Marcos Mateos: Mi vida es hacer arte y viajar, esta una ciudad pequeña, no me gustan las ciudades grandes. Llegué a Valledupar por curiosidad. Un argentino me regaló un cd de vallenato y me llamo la atención.  

EP: En los semáforos de Valledupar, hay artistas callejeros, mendigos y otras personas que buscan ganarse la vida. ¿Son ustedes conscientes de la imagen poco agradable que le dan a la ciudad?

MM: Estoy en un semáforo más de Colombia y Suramérica,  con sus mendigos, sus limpiavidrios y sus indigentes; esto lo he visto en varios países donde he estado. 

EP: Hay gente que pide dinero en los semáforos ¿qué diferencia tiene con lo que usted hace? 

MM: Yo hago arte en todos lados, en estos momentos lo estoy haciendo en la calle. A veces me contratan, otras voy a colegios de escasos recursos y les llevo arte. Hago Clown y teatro hace ocho años, trucos con clavas, monociclo y contac. Está el que hace malabares y de pronto está muy llevado por el bazuco y va se gasta todo, no soy de esos.

EP: ¿Se siente estigmatizado por su arte? Teniendo en cuenta el hecho de pararse en una esquina con sus ‘pintas’ poco convencionales. 

MM: Uno sabe que es prejuiciado, porque la sociedad es así, cuando uno rompe esquemas. El ser humano crece muy temeroso y le da miedo experimentar lo que siente o piensa, entonces se deja encasillar o encarcelar desde niño. 

EP: Teniendo en cuenta las experiencias que ha tenido en otras ciudades, ¿qué controles recomienda  a las autoridades locales? 

MM: Que aprendan a distinguir quiénes están en el semáforo, porque en otros lados la Policía y las autoridades saben que uno es un artista y le reconocen el trabajo. Acá es impredecible, porque hay agentes de la Policía  que me dan y está el que viene y me saca o me bota algo. 

EP: ¿Qué impresión se lleva de Valledupar? 

MM: Esta ciudad me parece re-cultural, con muchas galerías de arte, todo el mundo hace música, están con el vallenato, su acordeón y la guacharaca.

EP: ¿Se puede vivir bien como artista callejero?

MM: Depende de lo que sea vivir para las personas. Cada quien tiene su visión de vivir. Hay unos que dicen que no viven bien porque no tiene un BMW, ni tres apartamentos. Yo vivo del arte y he vivido muy bonito, porque estuve hace año y medio en las cataratas de Iguazú, en Argentina, que es un paraíso, eso es vivir. 

EP: ¿Por qué aprendió el arte callejero en vez de una profesión convencional? 

MM: Soy de familia tradicional, común y corriente con mamá, papá, abuela y hermanos, muy conservadores. Yo soy el único viajero, con barba y tatuajes. 

Empecé hace nueve años en Bolivia, era otro colombiano que veía a los muchachos con los pinitos (clavas) en los semáforos, pero en otros países eso es respetado, porque esto es arte, no mendicidad.  

“Estoy en un semáforo más de Colombia y Suramérica,  con sus mendigos, sus limpiavidrios y sus indigentes; esto lo he visto en varios países donde he estado”: Marcos Mateos, artista callejero. 

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