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“Este premio se lo dedico a la memoria de Guzmán Quintero”

Laura Ardila, editora de La Silla Caribe.

La periodista Laura Ardila Arrieta, editora del portal La Silla Caribe desde hace poco menos de tres años, fue galardonada como la periodista del año en la versión 42 de los Premios de Periodismo Simón Bolívar.

Es una periodista costeña, que se ha caracterizado por su énfasis investigativo, que va más allá de la agenda que quieren imponer las fuentes oficiales y se dedica a ver lo que otros quieren tapar. Los informes en los que ha develado las entrañas del poder en la región Caribe son su sello.

Por estas razones y otras más, el jurado del Premio Simón Bolívar le entregó el reconocimiento como la mejor periodista del año 2017, galardón que ella dedicó a la memoria del periodista vallenato Guzmán Quintero Torres, asesinado el 16 de 1999, como una manera de llamar la atención de los organismos de investigación para que este caso no lo cierren y sea declarado de lesa humanidad.

Este premio es a su trabajo, pero también es un reconocimiento al periodismo regional.

¿Vamos por buen camino en el Caribe?

Creo que este premio que generosamente me dieron abraza a todo el periodismo decente hecho desde los territorios y ratifica un asunto que implícitamente anticipó el Acuerdo de Paz con las Farc, que tiene un enfoque territorial: llegó la hora del país regional y del periodismo regional.

¿Vamos por buen camino? Por ahora, falta mucho, aunque ahí vamos. Las condiciones para ejercer el oficio en el Caribe, al igual que en el resto del país, son complicadas: los periodistas locales trabajan bajo todo tipo de presiones, que van desde los malos sueldos hasta la llamada del poderoso de turno al jefe o al colega mismo. Eso genera censura y autocensura.
Sin contar que en muchas zonas de nuestra región continúa la peor de las amenazas, que es la física, la de la violencia.

Por otro lado, también está –igual, como en el resto del país, incluyendo Bogotá- el tema de los mercaderes de la información que se disfrazan de periodistas para hacer de nuestro oficio un negocio.

Entonces, el panorama sigue sin ser el mejor, aunque es esperanzador que pese a todas las dificultades son muchos, muchos, los colegas que intentan cumplir con su sagrado deber de informar desde la decencia, la honestidad y el compromiso con la palabra.

Usted trabaja con un medio independiente, como es La Silla Vacía, ¿es esa la clave para publicar los informes sobre el poder político, económico y social costeño?

Totalmente. En La Silla no podríamos contar nada de lo que contamos si no fuera porque somos un medio que no depende ni de ningún gran grupo económico ni de ningún político o de la pauta. Eso, por supuesto, no es fácil de garantizar y exige una cantidad de sacrificios.
Hoy en día, poco más de la mitad de los recursos con los que funciona La Silla Vacía vienen de la cooperación internacional, parte de la otra mitad de proyectos comerciales y el seis por ciento de los aportes de nuestros “Súper Amigos”, que es nuestra campaña de donaciones, para que todo el que crea en este proyecto nos pueda apoyar con aportes que van desde 50 mil pesos.

¿Cuando recibió el premio en Bogotá, por qué pensó en Guzmán Quintero?

Yo investigué el perfil del periodista Guzmán Quintero en diciembre de 2015 y desde entonces pienso en él cada tanto. Ha sido para mí imposible olvidarlo porque creo que él simboliza la tragedia del periodismo regional valiente, sacrificado y olvidado de este país.
Además, me veo reflejada en muchas de sus actitudes como periodista: él era osado y le molestaban terriblemente los abusos del poder, las injusticias y las exclusiones. Cuando lo mataron tenía un año menos que yo ahora.
Entonces, desde que me llamaron a darme la feliz noticia del premio, sentí que quería dedicarle el reconocimiento a su memoria y, de paso, hacer un llamado de atención a la gente y a la institucionalidad sobre la petición que vienen haciendo sus familiares, y es que su crimen sea declarado de lesa humanidad.

¿Usted qué sabe de Guzmán Quintero, qué destaca de su trabajo como periodista?
Aunque el pueblo vallenato lo sabe, vale la pena repetirlo: Guzmán Quintero era el jefe de redacción de este diario y lo asesinaron después de hacer una seguidilla de notas sobre unos abusos del Ejército sobre unos campesinos humildes. En aquel momento el fenómeno paramilitar hacía que el ambiente fuera de total tensión y riesgo para el periodismo.
18 años después de su muerte, el proceso ha pasado por las manos de seis fiscales, hay dos condenados como autores materiales, pero nadie como autor material. El mayor riesgo de impunidad está en que dentro de dos años, el caso prescribe. Por eso quiero aprovechar para llamar la atención sobre el ruego de su familia para que se declare el crimen como de lesa humanidad y esto no pase.

Esto es un asunto no sólo de una familia sino de todo el periodismo entero porque la impunidad fomenta la repetición de las agresiones. El de Guzmán es un caso grave, emblemático, que afectó a todo el Cesar porque durante mucho tiempo logró silenciar a los colegas de la región por miedo.

Usted escribió una historia sobre Guzmán en La Silla Caribe…

Tras hacer su perfil y tener la oportunidad de hablar con varios de sus familiares, me quedó claro que Guzmán Quintero era un periodista lleno de compasión e interés por las desgracias de los demás, que no se tragaba entero las versiones oficiales de los poderosos. Tenía coraje, vocación y estaba comprometido con la verdad. Era, además, muy sensible, escribía poesía. Representaba los valores y virtudes de un buen periodista y a mí me ha servido de inspiración.

Su nombre y la impunidad de su caso no motiva ningún tipo de movilización a nivel nacional ni el interés de casi nadie. Por todo eso quise dedicarle el premio.

¿Qué estamos dejando de hacer los medios tradicionales del Caribe colombiano?

Creo que muchos medios tradicionales siguen en ese lamentable matrimonio con el oficialismo, haciendo pocos esfuerzos por contar realidades que son mucho más complejas que un comunicado de prensa. Eso tiene mucho que ver, por supuesto, con sus estrechas relaciones históricas con el poder. Lo veo en el Caribe y en el resto del país.

 

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