Luis Enrique Martínez nace en Los Haticos, corregimiento de Fonseca en 1923; su padre, Santander Martínez, era acordeonero. Muy joven se va con su madre Natividad Argote para El Copey, allí alternaba su oficio de campesino con la afición por la música que había heredado de su padre.
Como lo narró en varias entrevistas, su vida de artista del acordeón se inicia en 1947, gracias a Abel Antonio Villa que, al escucharlo tocar, lo motivó a dedicarse de tiempo completo a la música. En ese año empieza sus correrías por pueblos y veredas en parrandas y piquerias, y sus seguidores lo apodaron “El pollo vallenato”.
Luís Enrique fue un adelantado, innovador en la introducción de las canciones. Afirma el investigador Jaime Pérez Parodi “uno de sus maestros fue ‘Chico’ Bolaños (1902- 1962); pero quien lo pulió musicalmente fue el maestro cienaguero Andrés Paz Barros (1906- 1977), reconocido músico de banda que leía y escribía música, le enseñó la cuadratura musical”.
En sonora modestia, Luís Enrique decía: “Emiliano Zuleta, Lorenzo Morales, Alejo Durán y Abel Antonio Villa, músicos de mi generación, y otros grandes maestros como Calixto Ochoa y Alfredo Gutiérrez, reconocen que yo fui el primero que armonizó los pitos con los bajos, porque acordeón significa acordes”.
La directiva de la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata (FFLV) viene trabajando sin descanso en la organización del Festival en homenaje al centenario del natalicio de Luis Enrique Martínez, el máximo exponente de la música vallenata tradicional. El presidente (FFLV), Rodolfo Molina Araújo, comenta: “Nos hemos preparado para volver a estar presente en este acontecimiento anual que tiene Valledupar, donde se coronan reyes y reinas, que es la más sonora carta de presentación del Festival de la Leyenda Vallenata, que sumará 56 ediciones, en homenaje al juglar Luis Enrique Martínez”.
La FFLV ha sido receptiva a algunas sugerencias de personas que conocen y aman nuestra música y su tradición. Este año los concursantes, en todas las categorías, no podrán repetir ninguna canción en las distintas rondas ni en la semifinal. Importante esta exigencia, porque escuchar las mismas canciones produce un soponcio de monotonía.
Dos respetuosas sugerencias: 1. En el desfile de las piloneras se podría invitar a un grupo de danza de Valledupar, para que bailen los cuatro aires vallenatos; y un grupo de danzas de las etnias indígenas y afrodescendientes; allí veríamos chicotes, cucambas y tamboras. Estas expresiones dancísticas ancestrales de la región suscitarían la expectativa de atraer a propios y visitantes.
2. Los seguidores permanentes del Festival Vallenato somos testigos de que el estilo del acordeonero Luis Enrique es el de mayor influencia en los participantes. Para inmortalizar este homenaje al más grande de los acordeoneros en la historia de la música vallenata, la FFLV debería institucionalizar la “Estatuilla Luís Enrique Martínez”, para que en adelante sea el trofeo a los reyes de la categoría profesional.
Por José Atuesta Mindiola