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Estar de pie

“Velad, orando en todo tiempo para que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar de pie delante del Hijo del hombre”. San Lucas 21,36. 

El Pilón del miércoles, trajo una crónica de Alvaro Castro, acerca de Manuel Torres, prócer de la independencia. Al final de sus días, consciente de su agonía, cuando presintió que el momento supremo estaba cerca, pidió que lo sostuvieran de pie. Era el elegante gesto final de un caballero con soberbia de linaje, que debía morir como había vivido”.  

Este relato, inspiró la columna de hoy. Pensar que un día todos estaremos de pie ante la presencia de Dios. Pero, además, que la única manera de permanecer de pie ante las circunstancias adversas de la vida es estando de pie en adoración y servicio ante su presencia.  El privilegio más sublime de toda la creación es estar parado delante del trono de la Gracia para rendirle tributo de admiración y obediencia. 

Estar de pie, a pesar de la batalla, a pesar de la resistencia, de los problemas e infortunios, de los derrumbes y fracasos personales, del dolor y la soledad. Estar de pie por causa de la cruz, por causa de su amor, de su aceptación plena, por causa de las fuentes de las aguas que fluyen dentro, por causa de su propósito eterno, de su misericordia, estar de pie por causa de su entrega. Estar de pie, tan solo eso…  

Hay momentos en los que, por causa de la dureza del camino, solo atinamos a estar de pie. Podemos preferir la adrenalina de la actividad; pero, a veces, Dios nos llama a detener toda actividad y solo permanecer de pie ante su presencia. Ocasionalmente, se nos dice: ¡No estés ahí parado, haz algo! Cuando estamos perdiendo el control de las circunstancias en nuestras vidas, la tentación al no saber qué hacer, es hacer algo. Pero, también, cuando la fatalidad nos tragó y nos sentimos consumidos y desbordados, es el momento para estar de pie y esperar en quietud y adoración su dirección. 

Uno de los personajes más subyugantes de la Biblia es Elías, el profeta. Su carta de presentación era: “Vive el Señor, Dios de Israel, en cuya presencia estoy”. Es decir: “Aquí estoy, de pie delante del Señor”. Por eso, cuando llegó el tiempo de la prueba, él podía perseverar y con confianza, estar de pie delante de su Dios para honrarlo y servirlo. Las Escrituras muestran que Dios tiene ángeles poderosos que están delante de su presencia, parados alrededor del trono, poderosos en fuerza; pero, parados esperando por él.  

Queridos amigos: en ocasiones Dios no necesita nuestra actividad, ni nuestra fuerza, sino nuestra disponibilidad para permanecer de pie ante su presencia para escuchar su dulce voz. Estar de pie para contemplarlo, amarlo y cumplir su palabra cuando él nos hable.  

Sacudámonos de tantas preocupaciones y tareas pendientes y parémonos delante de él para disfrutar de su presencia y recibir su orientación. ¡Dios bendiga tu disposición! Con un fuerte abrazo, de pie ante Él.

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