Apesar de que el avance en las estrategias del marketing político ha cobrado mucho reconocimiento, los floridos profesionales del tema insisten en la vieja táctica propagandística atribuida al nazi Joseph Goebbels, la cual se vale “de manera consciente de la mentira como medio para manipular las mentes de las personas sobre las que quieren influir y así lograr que acepten lo inaceptable y secunden planes que siguen el interés de unos pocos”.
Le apuestan a que “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”, solo basta construirla, presentarla adecuadamente y repetirla mil veces con el apoyo de los medios de comunicación y demás elementos publicitarios, para que la incauta sociedad considere como bueno, lo que para una gran mayoría puede cobrar visos de apocalíptico.
Ésta tan antigua como elemental práctica, cíclicamente la volvemos a observar en tiempos de campañas políticas. Contaminan visualmente al departamento con vallas promocionales de prefabricados líderes, mientras los indicadores de salud, educación, agua potable, seguridad, empleo y demás sectores sociales dan lástima, a pesar de la danza de millones de nuestras regalías. Hoy el Chocó y Guainía dejaron de ser nuestros consuelos. Estamos peor.
Las campañas de desinformación se sustentan en una agresiva apuesta publicitaria tan fuerte, que llegamos a creer el cuento de tener eficientes funcionarios, cuando realmente la evaluación de la gestión y resultados que hace anualmente el Departamento Nacional de Planeación, de acuerdo a la ejecución y cumplimiento de metas del Plan de Desarrollo, apenas alcanzan para ubicar a nuestro departamento de la mitad de la tabla hacia abajo.
Ahora el cuento es que estamos bien y que vamos a estar mejor, ¡tamaña falacia!, aunque pensándolo bien y de acuerdo al desempeño de los últimos gobiernos y a la efectividad de la post verdad que promueven las estrategias, puede que nuevamente se abra paso un régimen que le apuesta más a la percepción que al resultado y nuestra resignación nos haga pensar que estamos bien dirigidos.
Es decir que vamos a tener más obras inconclusas, los sobrecostos que tímidamente detectó la Contraloría General serán imperceptibles para las próximas auditorías, vendrán más contratistas foráneos a ejecutar nuestro presupuesto y nuestros profesionales seguirán en crisis, seguirá el detrimento patrimonial porque el impacto de nuestras inversiones no cumplirán metas sino caprichos, los secretarios del despacho del gobernador solo serán un títeres firmones porque las decisiones las tomarán en otro lado, en fin, ya sabemos lo que viene pero en una versión perfeccionada para mal como lo dice el slogan de alguna campaña.
No creo que eso sea lo que quiera el Cesar. Así que llegó el momento de reaccionar para aquellos quienes por debilidad emocional duran cuatro años en las esquinas criticando a un gobierno insensible, para luego terminar apoyándolo dizque porque son quienes van a ganar, aún a sabiendas que ellos mismos no van a ganar nada, que estamos mal y muy seguramente todos vamos a estar peor. Piénsenlo y en la urna me dicen. Un abrazo.