Lo que se vivió ayer en nuestro balneario Hurtado y en los lugares recreacionales de la región es muestra de la fatiga que el vallenato, el provinciano, tiene después de fuertes presiones, con toda la razonabilidad, para que los ciudadanos se queden en casa, usen el tapabocas, se laven las manos, se distancien del otro.
Todo lo que no sucede en un lugar de esparcimiento en el que la gente sale de su vivienda, se quita el tapabapocas, ya que usarlo mientras se nada o se goza en un río no tiene sentido; y tampoco separarse mientras se tiene la idea que el aire libre, la tímida brisa y la calidez se espera que disuadan el microscópico coronavirus.
La gente está bastante fatigada de permanecer en casa, hay zonas de la ciudad en las que se vive en el hogar un real hacinamiento, y la comunidad también requiere un grado de esparcimiento que la aleje de los problemas que expertos han considerado psicológicos y mentales, derivados del periodo de aislamiento social.
En días pasados publicamos el estado deprimente del pabellón de salud mental del Hospital Rosario Pumarejo de López. En condiciones normales, antes de la covid-19, era triste esa situación pero en estos tiempos del coronavirus es francamente deplorable y desilusionante.
Pues, repetimos, son los especialistas los que dicen que los problemas de depresión, ansiedad, inestabilidad emocional, conflicto intrafamiliar, han estado acentuándose en medio de la pandemia; y no solo en Valledupar sino en toda la nación.
Por el conocimiento que tenemos de otras ciudades de la costa los sitios de aglomeración están bien definidos, se trata de cárceles, mercados mayoristas y minoristas, zona de talleres, o lugares de comercio tradicionales; o en el transporte tradicional, que no es la situación de Valledupar donde los buses son pocos y pulula el transporte de motocicletas.
Las malas condiciones materiales de los hogares y la ausencia de ingresos durante un periodo prolongado expelen a las personas a la calle, casi que en un ejercicio de desahogo y desafuero. No es ni siquiera un problema de educación o escasa comprensión.
Esa situación presentada en el río es como un elixir para muchos jóvenes vallenatos desempleados que en los boletines oficiales y de Policía quedan registrados como irresponsables. Nosotros pensamos que esa actitud era esperada si nos atuviéramos al sacrificio de entretenimiento, remanso y placer del pueblo vallenato.
No quisiéramos que ello fuera una muestra de relajamiento; de que las cosas volvieron a la típica normalidad y que el virus ha cesado, sobre todo cuando es traicionero e imperceptible.
La confianza es mala consejera. La gente requiere un condicionamiento emocional de empatía y de relacionamiento porque el ansia de vivir va más allá que confinarse en cuatro paredes como en una cárcel, rebrota en el espíritu social que nos deviene de la condición de seres humanos, poseedores de la autodeterminación y la responsabilidad de sus actos en el cuidado propio y el de los demás.