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Estado de derecho y libertades

Está grabada en el corazón de los colombianos la sabia frase del presidente de la República Francisco de Paula Santander: “Colombianos: las armas os han dado la independencia, pero solo las leyes os darán la libertad”. La frase es una máxima de sabiduría de teoría política republicana, porque la república es una sociedad política gobernada por leyes de la razón jurídicas para garantizar las libertades. Las leyes deben ser obras del estado de derecho, su finalidad es la garantía de los derechos para que exista seguridad y paz. 

Esta célebre máxima de sabiduría de nuestro héroe, pronunciada en el Congreso de Cúcuta de 1821, es un faro que ha guiado nuestro constitucionalismo republicano y ancla sus raíces en el pensamiento democrático griego y de Occidente. El respeto y obediencia a las leyes, es un principio fundamental de una democracia y de un estado de derecho. Es que las leyes son instrumentos de libertad. En consecuencia, las leyes deben ser obedecidas como garantías de que las libertades serán respetadas por todos; muy en particular, por los gobernantes de las repúblicas.  

Nadie puede desobedecer las leyes. Nadie es nadie. Menos se pueden enfrentar las leyes desde la violencia. La calidad y justicia de las leyes tienen escenarios de control en un estado de derecho, y son los jueces los que la pueden juzgar, y anular de ser el caso. Francisco de Paula Santander, agregó: “La espada de los libertadores tiene que estar de ahora en adelante, sometida a las leyes de la República”. En otras palabras, no se puede desenvainar la espada de Bolívar y de los libertadores, más que para que las leyes, como protectoras de las libertades, sean defendidas. 

Las leyes no pueden ser concebidas como obstáculos para realizar el buen gobierno. No en vano en la tradición griega Heráclito en su fragmento  44 había creado su máxima: “El pueblo luche por su ley como por sus muros”. Acerca de esta máxima, justa y clara desde todo punto de vista, en “Alabanza de la ley” el filósofo alemán Werner Jaeger dice: “La ley es la muralla espiritual que protege la vida de una comunidad, y no puede ser salvaguarda con la simple defensa de las murallas de piedra que rodean la ciudad sin al mismo tiempo se derrumban las leyes que sustentan su estructura interna”.  

Identificada la ley como protectora de las libertades, cuando la ley pueda ser injusta, se hace necesario demandarla ante los jueces o cambiarla, respetando los canales institucionales propios del estado de derecho y las normas constitucionales. Pero no puede fomentarse la desobediencia a la ley, y ante todo, un buen gobierno está en la obligación de fomentar la lucha en contra de la anomia, o sea la nefasta costumbre de la desobediencia a las leyes, y a la apelación de la violencia.  

Trabajar por una cultura republicana es inaplazable, fortalece la democracia y poner al estado de derecho al servicio de una paz total con obediencia al derecho, entendiendo que la ley es un instrumento para la creación del derecho. 

Insisto, la ley no puede ser mirada como un obstáculo  que impide el reinado de las libertades y de los derechos; muy por lo contrario, la ley y el derecho son los instrumentos eficaces para la construcción de la paz. Y, como bien lo dijo el presidente Francisco de Paula Santander y en la antigüedad Heráclito, las leyes son medios para la paz y tienen la fuerza espiritual que une a una república y le garantiza a todos los miembros en la sociedad vivir en paz y con la plena seguridad jurídica que la arbitrariedad tiene un serio freno que le impide ser triunfante. La ley es la razón, o debe ser la razón humana. 

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Eduardo Verano De La Rosa: