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Esperpento parlamentario: sí al referendo

Por: Luis Napoleón de Armas P.
Montesquieu debe estar revolcándose en su tumba con el golpe de estado constitucional que se le haya dado a constitución alguna y al equilibrio dentro de los tres poderes básicos de una democracia. La ética y vergüenza de cada uno de los congresistas que aprobaron el adefesio que denominaron “reforma a la justicia”, tocaron el más bajo fondo de las flaquezas humanas. Siempre hemos visto con reservas la dignidad de muchos de nuestros parlamentarios, pero esta vez la copa está rebozando de insumos escatológicos. Ver para creer. Esta ha sido la manifestación de las mas recónditas y represadas posiciones viles de las derechas que delimitan el “fascismo” que siempre ha estado soslayado en amplios sectores de la vida política y económica del país. Hoy se atrevieron a restearse dando la cara, quitándose el velo de la hipocresía con la cual se han presentado por siglos: es la escuela santanderista fecunda en traiciones y leguleyadas. Bien pudieran ser los dignos representantes de organizaciones siniestras conocidas como “mano negra”. Ya lo había dicho el presidente Santos hace algunos días refiriéndose a los enemigos de la paz. No he leído el contenido de la reforma pero por los comentarios y conceptos de eruditos en la materia, entiendo que este país está en el vórtice de la catástrofe, mancillado en el recinto de la democracia, el Congreso. En la Cámara de Representantes, 114 “padres” le dieron la bendición a este torpedo con mayor poder destructivo que las bombas lapa; 32 úes, 26 liberales e igual cifra de conservadores, 12 de CR y 11 del PIN, sumaron mas del 84% de la decisión. En esta, tres representantes del Cesar la votaron: el conservador Juan Manuel Campo, el PIN Fernando de la Peña y el “U” José A Gnecco. De estos, 34 tienen procesos de pérdida de investidura y 39 por parapolítica, 64% de los votantes. En el senado, votaron 59 “padres” de los cuales la U y el partido liberal aportaron 14 cada uno, los godos 18, el PIN y CR, 6 cada uno, para un 98.3% del total. El resto fueron minorías amorfas. Algo sorprendente fue el apoyo de senadores como Juan F. Cristo y Luis F. Velasco, dos parlamentarios que hasta la fecha nos habían mostrado otro perfil. El voto de Germán Varón, de CR, tampoco es una sorpresa. Por fortuna, el senador Félix Valera, del partido verde, no aparece por ahí; hubiera sido fatal. Pero la mayor aberración de cabildeo la dieron los doce conciliadores, el número apocalíptico de los jinetes y el de los doce apóstoles antioqueños. Muy averiada quedó la imagen promisoria de Simón Gaviria, en su calidad de presidente de la cámara baja; parece como si ya comenzara a pactar compromisos políticos a futuro. Lo de Juan Manuel Corzo, presidente del senado, es de su talante. Hay que felicitar a la gente del Polo por su fundamentada oposición; algo de dignidad le queda al Congreso. Pero el ejecutivo no sale exento de culpas porque de una u otra manera cohonestó la discusión del proyecto de acto legislativo; lo que pasa es que se han querido lavar las manos. Igual puede decirse de la gran mayoría de los magistrados de las altas cortes que cambiaron silencio por privilegios. La renuncia del locuaz ministro de justicia era procedente. Desde este espacio defenderé toda iniciativa tendiente a construir una Colombia digna, mediante un referendo revocatorio; ya quiero firmar. Unas nuevas fuerzas deben emerger de las cenizas de este terremoto jurídico grado 12, en la escala de Mercalli. En definitiva, no es posible que Drácula sea el gerente de un banco de sangre.
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