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Espacio público, el tormento de todos

“Acorralado me tienes tú, más por quererme que por mi amor”.

En el LP titulado ‘Dominando el panorama’, Silvio Brito y ‘El Pangue’ Maestre que fue prensado en el año 1979 para la disquera Codiscos, incluyeron ‘Mi poema’, una muy bonita canción de la autoría de Rosendo Romero en la que se queja del “acorralamiento” sentimental al cual era sometido por la novia de la cual hemos transcrito el aparte que antecede.

Vino a nuestra mente esa canción magistralmente interpretada por esos artistas que para bien de nuestra música se reencontraron y están dando sopa y seco en sus presentaciones, a propósito de lo que está sucediendo en varias de las ciudades de la Costa pero muy especialmente en Riohacha y Valledupar, donde el espacio publico por obra y gracia del individualismo, la falta de civismo y de respeto con los ciudadanos, está virtualmente acorralado por la privatización del mismo, porque cualquiera con conos, bolardos, tubos, cuerdas y vallas impide a las personas el uso y disfrute del espacio que a todos nos pertenece.

La situación de Riohacha es particularmente critica porque muchos propietarios de viviendas actúan como si esa condición les confiriera también el derecho de apropiarse también de la calle que les pasa en frente, colocan piedras, palos y lo que sea, impidiendo el libre ejercicio del derecho de transitar por allí de a pie o en vehículos. De ello no escapan tampoco algunas instituciones públicas, como la Dian y la Fiscalía.

La Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales adecuó un espacio en frente de su edificación para parqueo vehicular, pero no satisfechos con el uso y aprovechamiento del espacio, también puso múltiples conos con una cuerda, que sin duda pone en riesgo a quienes por allí se desplacen; y la otra institución, junto con un banco comercial y la Gobernación, han convertido la mitad de la calzada de la principal avenida de la capital de La Guajira, en parqueadero privado también con obstáculos que impiden la libre circulación por el sector, situación que resulta a todas luces inconstitucional y violatorio de los derechos colectivos previstos por el Artículo 4 de la Ley 472 de 1998.

Todavía hay más, porque velorio que se respete incluye el cierre de la calle donde vivió el interfecto fallecido porque si no se hace así la gente dice que no estuvo bueno, y que no tenía suficientes consideraciones; si hay cumpleaños de eso participan hasta los no invitados, pero de la incomodidad por la imposibilidad de pasar por allí porque esa fiesta está tan buena que incluye cierre de calle, y si no lo hacen entonces son criticados. Cipote de corronchera violadora de los derechos ajenos, son tan obvias que no requieren siquiera de intervención policiva sino de la lectura de dos páginas de la Urbanidad de Carreño y un articulito de la Constitución Política de Colombia que nos enseñan que el derecho propio llega hasta donde empieza el ajeno.

No olvido que la caída después de un tropezón con unas cadenas que separaban el estacionamiento de taxis de la Terminal de Transportes de Riohacha tuvo un desenlace fatal: fue la causa de la muerte del señor padre de una de las familias más representativas de la ciudad de Riohacha, hace aproximadamente quince años, ojala quienes nos han cercado las vías, averigüen esa historia para que sepan los daños antijurídicos que podrían causar y por los cuales tendrán que responder ante la administración de justicia, porque la Diosa Temis, está vendada pero no es ni sorda ni coja. Devuelvan esos espacios que son públicos no privados. Como decía Diomedes, se las dejo ahí!

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Luis Eduardo Acosta Medina: