Por Claudia Patricia Núñez Padilla
Una de las señales del estado en que se encuentra una ciudad urbanísticamente hablando es como está su espacio público, es decir, que a simple vista podemos deducir que la nuestra está muy mal en cuanto a este aspecto que cada día crece como una bola de nieve, sin control y regulación alguna, pero también es necesario darle una lectura desde el punto de vista económico y social, pues el 90% de la invasión del espacio público en Valledupar está relacionada con la informalidad en el empleo, el comúnmente llamado rebusque, en el que todos los días se inventa una nueva estrategia para la venta de todo tipo de artículos en las calles, andenes, semáforos, bulevares como el de la Avenida Los Cortijos que fueron embellecidos con una técnica de arte urbano y en donde hoy se venden camisetas, jugos, artesanía, chances, en fin, y que pueden deteriorar esta innovadora y bonita obra y lo último en guaracha ventas de plátanos en vehículos estacionados en una de las vías más traficadas y de alta peligrosidad como es la calle 14 con carrera 14, a la vista de todos, sin que hasta la fecha la autoridad municipal competente haya tomado los correctivos del caso y es precisamente allí en la prevención y el control donde más se debe trabajar con firmeza, pues la laxitud en la recuperación oportuna del espacio público, trae como consecuencia la proliferación de más casos como éste.
Pero si bien es cierto, el comercio informal es altamente incidente en la invasión del espacio público, que podemos decir de las ferreterías formalmente constituidas que exhiben sus productos en pleno anden? ó del propietario del almacén que saca los parlantes a la calle a todo volumen para hacer promoción de su local? O del vecino que se las quiere dar de vivo y corre el antejardín de su casa unos cuantos métricos por fuera del límite permitido? Ó del constructor que no entrega formalmente las áreas de cesión ó en su defecto no el porcentaje establecido en la norma para la generación del espacio público? O de la administración municipal que cuando las recibe no invierte en ellas la infraestructura de equipamiento urbano que generen espacios de recreación, esparcimiento y las deja a merced para que se las roben o para que se conviertan en basureros y guaridas de maleantes ó drogadictos? ó de nosotros mismos que por nuestra falta de cultura ciudadana destruimos los elementos constitutivos del espacio público, bancas, luminarias, adoquines, etc.
Sin lugar a dudas para atacar esta problemática se requieren soluciones de fondo tanto legales como pedagógicas efectivas y un propicio escenario para empezar es en el centro de la ciudad, en donde es casi imposible caminar.
En una ciudad con normas urbanísticas claras, pero sobre todo con la autoridad para aplicarlas, no deberían reñir el derecho al trabajo y el derecho también de disfrutar del espacio público y un ambiente sano, ya que cada actividad tiene una vocación del suelo para desarrollarse, pero si continuamos así y no le prestamos atención a esta situación, estos factores seguirán mostrando señales de una ciudad urbanísticamente enferma en detrimento de nuestra calidad de vida.