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Esos sueños rotos

Cuando comenzamos a transitar el otoño de nuestro existir es cuando nos damos cuenta de que se han quedado en el camino muchos sueños sin cumplirse.

Creo que todos, en esta etapa de la vida, han sentido el deseo ferviente y la impotencia de desandar el camino para atreverse más en la consecución de metas que parecían fáciles, pero que no se lograron o porque la vida, en un intrincado juego que solo ella entiende y en el que muchas veces nos cambia las fichas para que no sigamos soñando, nos impidió construir la historia de vida que deseábamos y nos hizo tomar por senderos que nunca imaginamos. Algunos dicen, lo que vives es lo que tenías que vivir, tal vez no tenía, sino que se presentó como única opción o no fuimos capaces de vencer el miedo y enfrentar los obstáculos con la cabeza en alto y la mirada fija en el sueño por defender.

Se quedan rezagados los sueños de amistades hasta el final, porque muchas se van a otros lugares o se nos adelantan en el fin. El viaje anhelado a conocer otros mundos, se ha quedado ahí amodorrado, siempre el inconveniente o la falta de valentía de emprenderlo a contrapelo de todo lo que lo ataje, surge y nos amedrenta y queda un nostálgico picotazo cada vez que vemos imágenes de países soñados, tanto que de soñarlos ya creemos que los conocemos.

Hibernando están los anhelos de paz de otros tiempos, el mundo ha tomado rumbos insoslayables y cada día un conflicto nuevo, la ciudad insegura nos aleja de la tranquilidad de dejar la casa cerrada con un radio a todo volumen para que se crea que hay gente, o de sentarnos a la puerta (costumbre caribe) para ver el atardecer entre ráfagas de brisa fresca.

Arrinconadas se quedan las pretensiones de quienes tuvieron una vida en común y que por lo inexplicable se acabó, de dejar lo triste y feo en el olvido para darse la mano y sentarse a conversar un ratico.

Desconsolados están los votivos deseos de un mundo con niños seguros: sin abusos, sin hambre, alegres; niños del alma, niños del universo.

Melancólicos y expectantes están las vetustas aspiraciones de la patria sana, serena, resarcida de tanta dolencia.
Y hay más sueños que ya vemos inalcanzables, sueños rotos que hacen parte de un equipaje que se comienza a armar, sin que nos demos cuenta, desde antes de tener conciencia de que vivimos. Esos sueños rotos ya no se cumplirán, pero algunos rezagados, a pesar del tiempo, pueden, como un milagro, erguirse destellantes y así iluminarnos el resto de la vida.

¡Ah!, los sueños rotos, ahí se quedan, también hacen parte de nuestra historia personal, pero vendrán otros, acordes con nuestros años, que nos mantendrán pensando en que cada etapa de nuestra vida es interesante, y serán sueños sólitos, no insólitos, sin fantasías pretenciosas, solo esos que se realizan y nos permiten ver y ser parte del más gloriosos cuadro en el que el abrazo, y un brindis por la familia, por la paz universal, por los amigos, por los que hicieron partes de nuestra vida, por los éxitos no alcanzados, por los anhelos recónditos del alma, por la vida misma, sean sueños siempre eternos, sueños, siempre sueños.

Por Mary Daza Orozco

 

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