Con el escenario contagioso y mortífero del democrático coronavirus, nos permitimos continuar con este tema que requiere tener claridad. Cuando el problema de la Naturaleza se reduce a sus expresiones bioquímicas, cuando se piensa que la contradicción entre Naturaleza y desarrollo se resuelve con filtros y no mediante la construcción de una nueva sociedad, se cae en el “ecofascismo tecnoburocrático” descrito por la revista española “Alfalfa”, como el acaparamiento de la ecología por parte de la sociedad de consumo y sus gestores.
Es importante aclarar que esta misma publicación de los ecologistas ibéricos nos aclara así el camino: “La lucha, ecológica y antinuclear es la del altruismo contra el egoísmo, la de los que piensan en la colectividad y en el futuro contra los que solo piensan en sí mismos, la de la planificación contra la improvisación de la naturaleza contra los robots de la autonomía contra la opresión y de la biofilia contra la necrofilia. Es el proyecto de los que quieren vivir en un mundo a escala humana, gobernando personalmente sus vidas. De los que no quieren ser ni amos ni esclavos”.
El ecologismo podemos decir que implica entonces, la ruptura con un camino que unilateralmente se le ha impuesto al hombre dentro de la sociedad capitalista regida por la dictadura de la producción y el consumo, o dentro del capitalismo de estado, el social imperialismo bajo la égida de los burócratas que administran la revolución, en tal sentido así se expresa el connotado ambientalista Gustavo Wilches Chaux.
Para complementar lo anteriormente escrito hablamos, cabe que hagamos alusión al realismo ecológico. Para tales efectos, digamos que la crisis actual presenta más dimensiones nuevas que salvo muy pocas excepciones los llamados marxistas no previeron, y para los que no encontramos respuesta en lo que hasta ahora considerábamos como socialismo.
Tales dimensiones nuevas son: la crisis de la relación de los individuos con la propia economía; la crisis del trabajo; la crisis de nuestra relación con la naturaleza, con nuestro cuerpo, con el sexo opuesto, con la sociedad, con nuestra descendencia, con la historia; la crisis de la vida urbana, del hábitat de la medicina, de la escuela; de la ciencia.
Sabemos que nuestra forma de vida actual no tiene ningún porvenir que los niños que nosotros traigamos al mundo ya no podrán emplear cuando sean adultos, ni el aluminio ni el petróleo que suponiendo que se lleven a cabo; los actuales programas nucleares, los yacimientos de uranio estarán agotados para entonces. Nota: Tantos temas importantes sobre el cual escribir y hay veces nos toca con asombro leer sandeces y demagogias intolerables que tiene el afán entiendo yo de ganar lectores o de figurar, llevando al autor a complacerse sínicamente en las redes sociales con apelación a lo ruin, procurando o pretendiendo agredir o desdibujar a quienes se presumen adversos a ciertos desvaríos escatológicos, y por encima de groseros e insolentes son en realidad unos ‘haceruidos’.