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Escuela y pandemia: Ernestina, un botón para la muestra

Pasillo de la institución Ernestina. FOTO: CORTESÍA.

Hay una encendida polémica desatada a través de la prensa nacional en contra de Fecode y atizada desde las altas esferas gubernamentales y, avivada por los partidos afectos al Gobierno nacional, cuyo motivo aparente es la afirmación dada por la Federación Colombiana de Educadores en el sentido de que no están las condiciones para volver al aula y que debe seguir la virtualidad hasta tanto no haya un mínimo cumplimiento de las normas de bioseguridad que garanticen la salud de niños, jóvenes estudiantes.

Se ha sacado a relucir de parte y parte todos los argumentos habidos y por haber; el Gobierno y su grupo de adeptos políticos arguyen que la niñez se está perjudicando, que el encierro les causa desequilibrio y ansiedad, que nos estamos atrasando con respecto a la educación del resto del mundo, que los educadores utilizan la cátedra para adoctrinar políticamente, que los maestros somos una camada de mamertos que no nos gusta el trabajo, en fin una serie de argumentos y acusaciones que poco a poco han ido calando en la mentalidad de muchos colombianos.

Fecode y los educadores por su parte han dicho que no es posible el regreso a clase en esas condiciones, que en año y medio de virtualidad que llevamos ni el Gobierno nacional, ni el departamental ni el municipal han movido un dedo para mejorar la infraestructura de los colegios y por tanto las baterías sanitarias, donde las hay, están en mal estado, que el esquema de vacunación no ha cubierto el 70 % de la población que garantice la inmunidad de rebaño.

Otro argumento esgrimido es el de que de cuándo acá el gobierno tiene sensibilidad por el bienestar de sus niños si permite el robo descarado de los recursos PAE, si los niños de La Guajira mueren de hambre y de sed; lo mismo que los del Chocó; si en las calles deambulan miles de niños en mendicidad, si el sistema escolar tiene por fuera un alto porcentaje de esos menores colombianos, si hay explotación infantil, etc.

Baterías sanitarias. FOTO: CORTESÍA.

CASO ERNESTINA

Fuera de esa polémica hay que decir: habrá colegios privados, como los del norte de Valledupar, que tienen algunas condiciones, no todas, para volver a la presencialidad; hay colegios públicos, muy pocos, que también tendrán esas condiciones mínimas, pero la gran mayoría no tiene esa posibilidad de volver a las clases en el aula, hacerlo es poner en grave riesgo de contagios a niños, jóvenes y educadores. Para la muestra un botón: el colegio donde laboro como educador.

La Institución Educativa Ernestina Pantoja de Tamalameque, Cesar, fundada el 6 de noviembre de 198; desde ese momento labora en un caserón alquilado de propiedad de la curia, antiguo convento o residencia de la Hermanas Misioneras de la orden Madre Laura. En este local se improvisaron salones de clase donde antes eran dormitorios y cocinas y con los trabajos de grado de los estudiantes se ha construido un orinal y un sanitario para los varones y dos sanitarios para las niñas, me estoy refiriendo al bachillerato donde tenemos en sistema 512 estudiantes.

Lo horroroso de esta situación es que por el número de estudiantes que usan esta batería sanitaria es difícil que mantenga las condiciones de higiene en la jornada diaria, esto obliga que las niñas tengan que pedir permiso y salir del colegio, atravesar la calle y pedirle a la secretaria del cura que les preste el baño. Los varones y maestras salen a la calle a orinar en los baños de los vecinos y cuando son necesidades mayores irremediablemente tienen que abandonar la escuela, suspender la clase e ir a sus hogares a evacuar los intestinos.

Como son salones improvisados sus dimensiones no dan para los espacios requeridos para el distanciamiento físico y el patio también es estrecho para la socialización con distanciamiento. Nuestra institución educativa no cuenta con laboratorios, la improvisada sala de informática cuenta con algunos portátiles en regular estado que recibió de ‘Computadores para educar’ hace 12 años, no tenemos biblioteca, lo que nos obliga a caminar con los estudiantes dos cuadras hasta la biblioteca municipal; no tenemos canchas deportivas, de igual manera nos toca atravesar medio pueblo hasta los escenarios deportivos.

Llevamos 32 años pidiendo construcción de una sede propia y siempre nos hacen la promesa y luego queda en el aire el cumplimiento de la misma. En días pasados, el señor gobernador anunció la construcción de unas aulas en el otro colegio de bachillerato al cual le sobran aulas en la actualidad,  lo ideal fuera que se construyeran dichas aulas en un lote que la Alcaldía municipal compró para la construcción del Ernestina, pero como siempre, no es tenido en cuenta argumentando, según algunos, el alto riesgo de inundaciones, la cual miden por la distancia del caño Colorado al lote, sin tener en cuenta que de la ciénaga al ITA la distancia es más corta y que la última inundación anegó al ITA y no el lote del Ernestina.

No sabemos qué será de nuestro colegio, pues no hay una voz oficial que anuncie nuestro futuro. Cabe aclarar que en el casco urbano de Tamalameque solo hay dos colegios de bachillerato: el Ernestina Pantoja con énfasis en comercio y el ITA con énfasis en agropecuaria.

La mayoría de instituciones escolares de pueblos y veredas están como la nuestra, creo que este semestre último del 2021 es el tiempo indicado para redirigir e invertir recursos en el mejoramiento locativo y la dotación de nuestras escuelas y colegios, y el otro año, con la población vacunada en su totalidad, entrar a la presencialidad con más garantías habida cuenta que la pandemia estará con nosotros no se sabe por cuánto tiempo. Creo que lo de oponerse a la presencialidad en las condiciones actuales no es un capricho de Fecode, sino una realidad sentida que no hay que desconocer.

Una madre amiga hablando sobre el caso de la presencialidad me dijo: “Prefiero a mi hijo en casa medio aprendiendo y no en el cementerio no aprendiendo nada”.

Por: Diógenes Armando Pino Ávila.

Diógenes Pino Sanjur: