Desde hace más de dos décadas, a orillas del río Guatapurí, en el norte de Valledupar, funciona la Escuela Ambiental del Cesar, en la que el paisaje del bosque seco tropical es el tablero y las especies de flora y fauna silvestre son el material didáctico para las clases de ecología.
Hay más de 65 juegos construidos con material reutilizado en aproximadamente tres hectáreas cubiertas de una espeja vegetación, entre los que se destacan un espejo de agua recreativo, cabañas, piscinas de lodo terapéutico, talasoterapia de rosas, boliche-terapia y baño sauna. Es un lugar de paz, propicio para tener un encuentro intimo con la naturaleza.
En sus 22 años de trasegar, en vez de expandirse la escuela está siendo cercada por los urbanizadores. Llegará el momento en que no se respirará el mismo aire tranquilo de antes; los equipos de sonido en las casas de campo y la construcción de hoteles en los alrededores perturban el sosegado lugar, ubicado a unos 200 metros del costado izquierdo del puente del balneario Hurtado.
Hay que señalar que la escuela es vecina del polémico proyecto urbanístico denominado Parcelación Unidad Cerrada Colinas de Hurtado, cuyo terreno (del otro lado del río) fue extraído de la zona de reserva forestal, abriendo la puerta al crecimiento de la ciudad hacia este sector.
Así como van las cosas, este sitio se convertirá en un oasis en medio del desierto de concreto que se fragua en sus alrededores. Pareciera que se tratara de un nado contra la corriente que arrastra la pedagogía ambiental que se imparte en la escuela, cuyo objetivo es que lo enseñado allí no se quede encerrado para ser apreciado como pieza de museo, sino que se expanda hacia otros sectores de la ciudad y de la región.
La Fundación Escuela Ambiental es una organización no gubernamental, sin ánimo de lucro, creada en Valledupar en 1997, líder en el campo de la educación ambiental por su trabajo en la búsqueda de educar, concienciar y preservar los valores de los niños, jóvenes y adultos, en armonía con el entorno paisajístico y ecológico. Allí también se puede invertir por parte de los entes territoriales para desarrollar proyectos ambientales, pero parece que no resulta rentable para los intereses particulares de los ordenadores del gasto.
Urge apoyo para esta escuela, esperamos que no se convierta en un basurero. Ya no le caben más artefactos que ingeniosamente su fundador, Olmar Quintero, reutiliza. Como él mismo lo afirma: “No se trata de rehusar lo que más podamos, sino de dejar de generar tantos desechos”.
Un proyecto tan interesante no puede seguir sosteniéndose solo de la caridad de sus visitantes, debería contar con un apoyo gubernamental para que adquiera un mayor campo de acción. Así como para la paz, para la conservación y preservación del medio ambiente ningún esfuerzo sobra.