Un lunes festivo es propicio, no solo para hacer una pausa y descansar, sino para revisar aspectos muy importantes de nuestro entorno y que en medio de la agitación diaria no nos percatamos, pero que afectan nuestra propia existencia y la vida de los demás, en especial para las futuras generaciones.
Con motivo de la coyuntura ambiental que vive Colombia en estos momentos por la realización de la COP16, resulta muy oportuno aprovechar toda la información que se está procesando y divulgando sobre nuestra naturaleza, desde el limitado espacio en el que vivimos hasta las fronteras mundiales.
Son días de medio ambiente. En la víspera de la COP16 se acaban de celebrar fechas especiales como Día de la Biodiversidad y el Día Mundial del Árbol, ambas con amplio contenido de alertas sobre el daño de la humanidad a la naturaleza.
Precisamente, este fin de semana el diario EL Tiempo acaba de publicar una interesante investigación del periodista Edwin Caicedo con reveladoras cifras sobre cómo se está destruyendo la fauna silvestre en el mundo, fenómeno en el que Latinoamérica pone una alta cuota de sacrificio de estos animales, cuya tendencia se extiende a países como Colombia y a regiones como la nuestra.
Ese informe indica que “el tamaño de las poblaciones de animales silvestres monitoreados por WWF en América Latina y el Caribe ha disminuido, entre 1970 y 2020, a niveles mínimos, casi cercanos a la desaparición”.
La investigación se basa en el reciente Informe Planeta Vivo 2024, el cual advierte que “la cifra es alarmante: en tan solo 50 años la región fue la más afectada por la disminución de los grupos poblaciones de vertebrados con una caída del 95 %; les sigue África (- 76 %) y Asia-Pacífico (- 60 %). En Europa (- 35 %) y América del Norte (- 39 %), los impactos a gran escala sobre la naturaleza ya eran evidentes antes de que se iniciara la medición del índice en 1970, lo que explica en parte por qué hay una tendencia negativa menor. En líneas generales, en solo 50 años, el tamaño promedio de las poblaciones de vida silvestre a nivel global ha caído un catastrófico 73 %”.
Es posible que al leer estas cifras se nos caiga la tranquilidad y el sosiego en el que hemos de estar inmerso un lunes festivo en nuestras casas, pero la importancia del asunto amerita tal interrupción y a partir de eso ponernos a pensar y actuar en consecuencia.
No olvidemos que la desaparición de la fauna silvestre es una de las mayores amenazas para el equilibrio de los ecosistemas y la biodiversidad del planeta. Las alertas que emiten organizaciones científicas y ambientalistas sobre este fenómeno no deben ser ignoradas, ya que la pérdida de especies tiene efectos devastadores no solo en el entorno natural, sino también en la economía y la calidad de vida de los seres humanos. Los animales silvestres se necesitan para la regulación de los ecosistemas. Cada especie cumple una función específica, ya sea controlando poblaciones de otras especies, polinizando plantas, dispersando semillas o manteniendo la salud de los suelos. La desaparición de una sola especie puede desencadenar un efecto dominó, alterando la estabilidad de todo un ecosistema y reduciendo su capacidad de proveer servicios esenciales como la purificación del aire, el agua y la fertilidad de la tierra. En esos términos está la situación y que por lo general no le prestamos atención, siendo la actividad humana el principal impulsor de la extinción de la fauna silvestre. No nos quedemos en la simple preocupación, del granito de arena que aportemos cada uno de nosotros dependerá el futuro de la humanidad.