Con la obra ‘Frutas de Duelo’, el vallenato Luis Felipe Núñez Mestre ganó el Concurso Distrital de Cuento de la ciudad de Bogotá que reunía a 300 participantes de diferentes partes del país.
El texto de 20 páginas, según el autor, hace referencia a una mesera en su turno de trabajo en un bar. “No es un cuento con una estructura clásica. Creo que han premiado la técnica más que el fondo; lo que utilizo se llama monólogo interno, o palabra interior, al estilo Joyce, Faulkner, Woolf, Eliot, que lo hizo García Márquez en La Hojarasca”, explicó.
Frente a su triunfo, el escritor de 26 años -que es abogado de profesión- manifestó: “Siempre sorprende porque participa mucha gente y muy buena, pero sé que también es cuestión de suerte; de que el jurado que te lea esté de buen ánimo cuando lo haga, que lea de peor ánimo a alguien que quizá es más apto que tú. Además del sesgo personal y grupal de cada jurado. A uno no le pueden gustar todas las cosas y creo que a veces las elecciones en los concursos son un poco de intuición o de gusto”.
Cabe recordar que Núñez Mestre ganó en el 2014 el Tercer Concurso Nacional La Cueva con el cuento ‘Abrakadaber’.
El vallenato, hijo de Elisa Maestre y Luis Armando Núñez, prepara un libro de 12 cuentos de 200 páginas.
SINOPSIS DEL CUENTO
Frutas de Duelo es un cuento sobre la opresión; en él se narran los pensamientos de una noche de trabajo de Flora, una mesera de 25 años que sufre al mismo tiempo la incertidumbre de ser pobre y mujer, y de haber perdido su beca en la facultad de Derecho a causa de ser acosada por uno de sus profesores. Los distintos acosos que atraviesan su vida hacen que el relato vaya y venga entre los piropos hambrientos de los borrachos de turno, las órdenes de algunos comensales, las insinuaciones atrevidas de su jefe y la contemplación de los clientes de siempre y de Alegra, su compañera de trabajo.
Alegra ha sido modelo, y persiste en esta nostalgia; es madre de una niña llamada Nita y mantiene relaciones sexuales al mismo tiempo con el dueño del bar, un francés de nombre Baptiste, y un cliente frecuente llamado Miguel, de quien a veces se presume la paternidad de Nita y a veces no.
Los pensamientos de Flora parecen caóticos, pero conforme avanza la historia persiste la sensación de que el autor intuye que la vida misma es un desorden de tristezas y resignaciones como los bares y las calles solitarias de la noche donde dos borrachos cualquiera se pelean.
Lo que empieza con una mujer matando una mariposa negra con una escoba, devela al final una colección de decadencias locales que transcurren en un bar sin nombre, en una ciudad sin nombre que bien podría ser cualquiera.