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Escalona, el fiel amigo de Gabo

Jaime García Márquez recordó a Escalona y buscó su pareja para bailar El Pilón Vallenato.

Por: Juan Rincón Vanegas

juanrinconv@hotmail.com

Al Palacio de la Inquisición de Cartagena llegó Mercedes Barcha para escuchar las canciones del maestro Rafael Escalona que interpretarían los Reyes Vallenatos del año 2009. De inmediato, se conectó con los cantos de Macondo, esos donde ella ha sido fiel testigo de esas historias que han cautivado al mundo.
Ella, quien primero llevaba el compás con las palmas de sus manos y, de repente, desde su silla se unió a la voz principal de Odacyr ‘El Ñeko’ Montenegro:
“Voy a hacerte una casa en el aire, solamente p’a que vivas tu, después le pongo un letrero muy grande, de nubes blancas que diga Ada Luz”.
La canción ‘La casa en el aire’ permitió escuchar la voz suave y llena de sentimiento de la esposa de Gabriel García Márquez.
Desde ese momento, no se cansó de cantar, y le dio rienda suelta a su espíritu histriónico con ‘El testamento’, ‘El copete’, ‘Elegía a Jaime Molina’ y ‘El arco iris’, tanto, que después le dijo al cantante que tenía buen talento para interpretar las canciones de Escalona, las que permitían transportarse a esas bellas historias vividas en Valledupar y sus alrededores.
Unida a unas amigas venidas de México, que también se conectaron con el sentimiento de la música vallenata, Mercedes vivió esos momentos bellos de los cantos de Escalona.
No quiso conceder la entrevista para hablar de la amistad sincera de su querido Gabo con ‘Rafa’ Escalona. Solamente se limitó a decir una frase que fue motivo para escribir esta historia llena de cariño y amor a una música que ella lleva en el alma, y que aprendió a conocer a través de su principal protagonista.
“Escalona, era un fiel amigo de Gabo”, frase diciente venida de Mercedes Barcha, para enmarcar el aprecio de dos hombres que tuvieron la sapiencia y el talento para contar y cantar las historias nacidas en territorio macondiano, ese cuyo límite se inicia desde el corazón de un acordeón, sigue por los caminos de la inspiración de compositores, poetas y escritores, y termina en ‘Cien años de soledad’, que es realmente un vallenato de 350 páginas.

El hijo de Patillal

No dijo más, enseguida se limitó a darle gracias a Rodolfo Molina Araújo, por invitarla a ese acto que le recordó a Escalona y que la hizo revivir esos bellos cantos del hijo de Patillal, esos que conoció a través de la amistad que el compositor tuvo por muchos años con Gabo.
Después cambió de tema y exaltó las mochilas, esas bellas artesanías de las cuales cargaba una. Dijo que era una de las cosas bellas para mostrar de Colombia. Admiró la danza de El Pilón y partió, habiéndose dado un paseo por los recuerdos enmarcados en las canciones del maestro Rafael Escalona.

En medio de la parranda en el centro histórico de Cartagena apareció el hermano de Gabo, Jaime García Márquez, quien también exaltó los cantos de Escalona.
“Escalona dejó su huella a través de sus cantos, donde narró con mucha particularidad las historias que vivió en su provincia. Son bellos cantos que nunca desaparecerán, sino que tendrán la mayor importancia en la música vallenata. Que bella idea de rendirle el homenaje en Valledupar, al más grande de todos”, dijo García Márquez.
No pudo escoger una canción del Maestro, porque cada una cuenta una historia real que llama la atención. “Es muy difícil quedarse con una canción de Escalona. Todas son unas obras de arte. Supremas, llamativas y que cuentan unas historias que logran su objetivo. No me atrevo a quedarme con una. Esa tarea es muy complicada, y más conociendo las historias de sus canciones.
Una canción bella, y que recoge el valor de la amistad, es ‘Elegía a Jaime Molina’. Que belleza de canción. Precisamente esa es la que más le gusta a mi hermano Gabriel”.
Cuando la noche era adulta, los cantos de Escalona no se dejaban de escuchar al fondo, siempre con ese valor agregado de llenar los corazones y ponerle oficio a las gargantas.

Noches de Cartagena

Al salir la delegación vallenata del Palacio de la Inquisición y recorrer a pie el centro histórico, se palpaba la belleza de esa tierra, los balcones coloniales, los paseos en carruajes y, en medio del recorrido, estaban los serenateros. Los primeros que se encontraron cantaban: “Noches de Cartagena que fascinan, con el suave rumor que tiene el mar, donde la brisa cálida murmura, toda una serenata tropical. Allí es donde quisiera estar contigo, con la luna y la arena y ese mar y que juegue la brisa con tu pelo y las olas te vengan a arrullar”.
Que bello canto que pinta a la Ciudad Heroica en todo su esplendor, y hace que el amor tenga figura de mujer bella, tan bella como nuestro querido país, Colombia.
De repente, apareció en un lugar cercano un joven con una guitarra que cantaba una melodía que tiene un lugar predilecto en el cancionero vallenato: “Oye morenita te vas a quedar muy sola, porque anoche dijo el radio que abrieron el Liceo. Como es estudiante ya se va Escalona, pero de recuerdo te deja un paseo. Que te habla, de aquel inmenso amor, que llevo, dentro del corazón, que dice todo lo que yo siento, que es pura, pasión y sentimiento, cantado, con el lenguaje grato, que tiene la tierra de Pedro Castro”.
El joven no supo de quienes eran los aplausos como premio a su canción, pero hizo comprender que Escalona tenía el secreto para enamorar, para cautivar y para quedarse por siempre en el pensamiento de los que cantan, y de los que no lo hacen, pero saben que su obra tuvo los kilates necesarios para ser uno de las mejores joyas del folclor vallenato.

Mercedes Barcha, al fondo, y una amiga mexicana cantaron las canciones del maestro Rafael Escalona.

‘El Ñeko’ Montenero, en la guacharaca y el canto, el cajero JJ Murgas y el Rey Vallenato, Sergio Lúis Rodríguez, pusieron su cuota musical para recordar a Escalona, el más grande de todos’.

Categories: Crónica
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