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“Es un suicidio no cambiar”

Con estas palabras, el presidente Gustavo Petro posesionó a los nuevos ministros del despacho. Instándolos a comprometerse con las transformaciones sociales y económicas que busca su gobierno, al tiempo que puso de relieve los errores y problemas estratégicos heredados del pasado.

Esperamos que los nuevos funcionarios acaten las directrices presidenciales y con valentía y decisión afronten las categorías de cambio por las que votamos. Aún estamos a tiempo de que el constituyente primario, ese que tanto defiende el presidente, comience a sentir que realmente ganó ese 19 de junio, cuando el voraz clientelismo de la dirigencia política tradicional fue insuficiente para mantener el statu quo de 200 años de esclavitud política.

Hasta ahora esa tarea ha sido difícil, porque al gobierno nacional llegaron algunos funcionarios ajenos a la filosofía del proyecto político que ganó en las urnas, ellos solo utilizaron unas ideas con expectativas de triunfo, se embarcaron electoralmente en una candidatura progresista para aprovechar su favorabilidad del momento, pero sin que realmente se identificaran con la implementación de políticas públicas generadoras de movilidad social, como efectiva estrategia para atacar la ancestral inequidad causante de la violencia en Colombia. 

Poco o nada les interesa si el progresismo como corriente política tiene corta vigencia o se mantiene en el poder. Por esto se dedicaron a las insaciables prácticas que tanto criticamos en público, minimizan la connotación grosera de sus ambiciosas mañas, esas que ahora son pregonadas exponencialmente por los tendenciosos medios de comunicación, cuya misión de informar pasó a segundo plano, para convertirse en organismos de adoctrinamiento político al servicio de grupos económicos y de una obsoleta dirigencia, hoy huérfanos de poder.

Frente al activismo progresista también están en deuda. Parece que en el Manual de Funciones del cargo apareciera como primer enunciado ‘No contestar el teléfono a los amigos’, igualmente, las personalidades nacionales con aliados locales son custodiados celosamente por ellos para que solo contadas personas puedan tocarlos y se mantenga ese exclusivo canal de comunicación, honrando institucionalmente los enfrentamientos parroquiales que restringen cualquier oportunidad de triunfo en próximas justas electorales; con quienes sí comparten es con los que hicieron todo lo posible para que Gustavo Petro perdiera la Presidencia de la República. 

Mientras tanto las bases y desordenados cuadros políticos siguen ahí, comprometidos en esa leal mística política que reta a la edad, enfermedad y otras limitaciones. Con ahínco, hombres y mujeres siguen saliendo a las calles a alzar la voz, gritando arengas a favor de las transformaciones que buscan el bienestar general, desafiando el sol y sus caniculares temperaturas, olvidándose de las carencias económicas y la estigmatización que muchas veces ha mutado a veladas amenazas, y hasta a la selectiva muerte. Luchan contra un sistema excluyente que infortunadamente hoy se nutre del esfuerzo de esos quijotes electoralmente ganadores, pero que el fruto de su triunfo se diluye en habilidosas manos antagónicas.

Ojalá los nuevos funcionarios entiendan fielmente el mensaje presidencial y tanto a nivel nacional como local hagamos lo propio, si queremos tener opción de mantenernos en el poder. Hasta ahora llevamos dieciocho meses de gobierno y a pesar de tener algunos logros el balance es mejorable. Nuestro presidente lo entendió así y por eso los ajustes que está haciendo. Muy seguramente para ello recordó la frase de Albert Einstein, “si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”. Fuerte abrazo. 

Por ANTONIO MARÍA ARAÚJO CALDERÓN

amaraujo3@hotmail.com

@antoniomariaA

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