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Es Navidad

Por Valerio Mejía

“¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” 

San Lucas 2,14

A partir de hoy se inicia la temporada navideña, que para nosotros debería ser una experiencia de paz. El texto de epígrafe declara el glorioso énfasis de la gracia y el favor de Dios; pues, aquel niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre es señal de que Dios ha llegado al hombre en paz, no en el juicio que merece su indiferencia y sus pecados.

Al contemplar los eventos de ese advenimiento tenemos motivos para reflexionar: Nunca nació niño bajo tan excepcionales condiciones: ¡Es el Mesías prometido, el Rey de reyes y el Señor de señores, que vino al mundo para salvar a todos los pecadores!  El establo nos recuerda su gran humillación; la presencia del ángel y el coro celestial, la estrella especial, los pastores adorando al niño y los magos venidos del oriente, nos dan a entender que ese bebé era nada menos que el verdadero Hijo de Dios venido del cielo.

La audiencia original fueron los pastores; gente humilde, responsable, trabajadora, que escuchan y obedecen el mensaje. Son muchos los casos que aparecen en la Biblia sobre otros pastores, quienes también escucharon y obedecieron el mensaje del cielo: Los Patriarcas, Moisés, David, etc. Pero todos tenían un común denominador: “Velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre sus rebaños”. 

Es decir, Dios no los escogió porque hicieran cosas piadosas; lo que sabemos es que hacían sus tareas normales con fidelidad. Así, podemos inferir que, Dios es el que, por gracia, por favor inmerecido, nos busca y sorprende con su llegada inesperada.  

El mensaje consolador para estas navidades es: No hay temor porque Dios llega con un mensaje de salvación, no de condenación. El evangelio son buenas noticias de gozo y alegría, por cuanto necesitábamos un salvador que nos ha nacido. En esta era de gracia, el mensaje alentador es uno de paz. Al enviar al mesías al mundo, Dios introdujo paz, poniendo a un lado la enemistad entre él y el hombre por causa del pecado. Cuando gozamos de paz con Dios, tendremos paz con nosotros mismos, con nuestra conciencia, con la naturaleza y con nuestros semejantes. 

Esa paz de Dios nos llena de confianza y esperanza ya que comprendemos que Dios se hizo hombre para reconciliarnos consigo mismo. Podrán disfrutar de esa paz todos aquellos que respondan con fe, entregando sus vidas al cuidado de Dios, reconociendo su llamado de permitir un lugar para Jesús; el llamado para dejar que él nazca en nuestros corazones para encontrar esa paz tan anhelada. 

Amados amigos lectores: en medio de tanta violencia, guerras y revoluciones en nuestra región, debo decir que el Estado y los gobiernos pueden tratar de establecer la paz total en la tierra; pero, no serán capaces de implantar paz en el corazón. Solo Jesús, puede traer esa paz interna tan necesaria para vivir en paz. ¡Abre un espacio en el pesebre de tu corazón para él en esta Navidad! Abrazos y felices fiestas…

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