El candidato presidencial Gustavo Petro, en su obvio afán por marcar distancia con el régimen de la República Bolivariana de Venezuela, bajo Nicolás Maduro, suele mencionar un argumento singular. Dice que Maduro se recostó sobre el modelo minero, por no llamarlo petrolero, monoexportador. Cuando el mundo, aduce Petro, ha entrado es en el modelo de las energías limpias y renovables, a lo que él apostó en su campaña presidencial hace 3 años.
Pensamos que eso no explica el gran deterioro de la economía venezolana en la última década, bajo la dirección de Maduro, aunque está probado que la crisis de precios del periodo 2014-2016, lo acentuó. Si se hubieran mantenido los altos niveles de producción diaria, superior a los 2 millones 500 mil barriles, el vecino país tendría una mejor situación.
¿Por qué lo afirmamos? Porque la actividad denominada extractivista, minero-energética, es un gran generador de riqueza al expresarse en montos de dinero absoluto.
Pensemos en el monto de lo exportado en carbón en los departamentos de Cesar y La Guajira: del orden de US 7.000 millones en un año como el 2018, mas de un 60 % de el Cesar, algo así como $24 billones de pesos. El valor real de la cosecha cafetera podría aproximarse a los 9 billones de pesos anuales lo (interno más lo exportado).
Ahora, si calculáramos los guarismos de las exportaciones de petróleo de Colombia son 3 veces las del carbón.
Sustituir esos valores por productos agrícolas o de otro tipo es muy difícil para cualquier economía latinoamericana. Entre otras razones porque una oferta exportable voluminosa y sostenida no se da de la noche a la mañana.
Los presidentes de izquierda de Suramérica, en la dorada época de la primera década de siglo (2000-2010): Lula, Correa, Kichner, Morales, Chávez, fueron los mayores impulsores de las exportaciones mineras y de hidrocarburos y eso les dio altas simpatías en su población, que vio un período de superación de pobreza y engrosamiento de la clase media.
Hay que ver cómo Correa, como un gallo de pelea, defendía las posturas de su gobierno apoyando el desarrollo de los hidrocarburos y los nuevos proyectos de minas, frente a organizaciones ambientalistas.
De manera que un gran error de Maduro fue descuidar su industria petrolera, burocratizarla, exprimirla de todas las formas, y expoliándola por las actividades de corrupción. Así incrementó el daño que venia haciendo a la economía con sus políticas erradas y el desestimulo de la inversión y la iniciativas privadas, internas o internacionales.
Entendemos que las energías renovables no convencionales son el futuro, como las eólicas y la solar. Renovable es la energía hidráulica, fuente que en Colombia tiene una gran participación.
Sin embargo, nos preocupa que esa energía, que es para el consumo interno del país, pues se conecta al Sistema nacional de transmisión de energía, y se nos presenta como sustituta de la producción indeseable de fósiles como carbón y petróleo, tiene el problema de que no genera suficiente riqueza y no ofrece los niveles de regalías como las que estamos acostumbrados a derivar de la actividad minera. Más grave aun, no genera regalías.