Según la clasificación de Linneo, tanto hombres como mujeres pertenecemos al género homo, esto es, somos del mismo género, la equidad es de natura. Biológicamente somos machos y hembras, los términos hombre y mujer son conceptos culturales. Según la teoría teologal, el sexo, las inclinaciones sexuales y roles del homo vienen definidos desde la próstata pero esto deja sin explicaciones la atipicidad de algunos sujetos, manifestadas desde sus primeros años de vida, más pronunciadas en unos (as) que en otros (as).
Otra teoría asume que el rol sexual de las personas lo determina la sociedad, algo parecido a como hace tiempo lo exponía Voltaire. A esta posición la llaman, algunos políticos confesionales, equidad de género. De darse el primer caso, sería un error cromosómico de la naturaleza, así se diga que esta es perfecta, y si ocurre la segunda, cabrían muchos factores como violaciones o curiosidades que ofrece la sociedad de consumo.
Estos fenómenos son milenarios, pero la elaboración conceptual conocida como “equidad de género” es reciente y con ella se han dado muchas batallas políticas como las del SÍ y el NO en un referéndum hecho en Colombia. Lo cierto es que la hembra del género homo siempre ha estado rezagada en todos los procesos de la humanidad durante los cuales ha predominado la cultura semental, la del falo, la herencia del poder ha venido a través del macho, igual que los apellidos, y esto sí tiene arraigos bíblicos.
Por ejemplo: “Vuestras mujeres callen en las congregaciones; porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como también la ley lo dice. Y si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos; porque es indecoroso que una mujer hable en la congregación”. 1 Corintios, 14: 34-35. La sumisión de la hembra tiene una tradición bíblica, igual que la misoginia, y ahora las mujeres quieren emancipación política mediante promoción de normas que no necesitan porque sus derechos son igualitarios y absolutos. Erróneamente, algunas mujeres quieren parcelar la opinión pública invitando a votar por mujeres como lo insinúa Ángela María Robledo; esta es una manifestación de feminismo que podría convertirse en un distractor electoral para que todo siga igual.
Lo ideal sería que haya alternancia de género, aunque lo fundamental no es el sexo del mandatario sino sus ideas y propuestas; la política debe ser asexuada, la liberación y el liderazgo femenino solo se logran con planteamientos socio-económicos y auto eliminando la misoginia, que la misma mujer cultiva. Este es un proceso cultural. Una campaña electoral de género no es eficaz así se tengan mayorías.
El recorrido nacional que hizo AMR por la invitación incluyente de Petro, aún no le alcanza para su visibilidad conceptual. Claro, está en su derecho, pero este es un camino muy largo cuando solo se cuenta con infraestructuras convencionales y fraccionadas. Primero caminar, después correr, esa es la lógica. “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar”.