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Epílogo de El diario de Lina

El diario de Lina es la última novela de la escritora Mary Daza Orozco y, como toda obra literaria que se divulga,  de alguna manera deja de ser de su dueña, y pasa a ser de quienes nos solazamos en ella. Una vez iniciada su lectura, el desprevenido lector queda atrapado en una trama que tiene a Sebastián Fargo, Alicia y Lina, como sus protagonistas, aunque a decir verdad, la protagonista principal de la historia que Mary nos relata, es la violencia. Esa maldita  violencia que durante medio siglo, ha escrito capítulos de sangre y dolor en un libro que no parece tener fin.

El epicentro geográfico génesis de la narración es  El Salado o el Salao, -dependiendo del estrato social de quien lo pronuncie-, corregimiento de El Carmen de Bolívar, en el departamento del mismo nombre, donde inopinadamente fueron asesinadas cruelmente más de 200 almas. Tierra cenagosa, incrustada en los Montes de María, productora de tabaco, que adquiere su nombre por el sabor salobre de sus aguas, no aptas para el consumo humano, siendo salaero, su gentilicio. Allí, una enjuta adolescente, que obligada por hombres armados, ebrios y con sed de sangre, la obligaron a presenciar la muerte de su padre, después de eso, solo pudo correr en la espesa oscuridad, para salvar la vida, o mejor, el pedazo de vida que le dejaron los asesinos de su padre.

Sumida en su drama, y sin deseos de vivir, Lina, bautizada así por su involuntario mutismo, por aquellas circunstancias de la vida se encuentra con su benefactora Alicia, a partir de ese momento, la historia se desarrolla en torno al diario de Lina.

No es posible, insisto, desconectarse de la trama, sino hasta cuando esta termina, dejándonos la sensación de que el silencio es muchas veces la mejor compañía. Ese silencio profundo del cual nos habla Santander Duran Escalona, de la soledad, de la vejez, del mar, de la flauta de millo y de una agraciada mulata de nombre poético.

Esta novela, no es más que un reflejo de nuestra realidad, una realidad donde la crueldad, es matizada con la esperanza inquebrantable de la autora, en la que manifiesta que los mejores días están por llegar; porque a pesar del dolor inmarcesible, también hay infinitas razones para darle rienda suelta al amor. Ese amor que llegó a la puerta de Alicia, sin pedir permiso, sin preguntar.

No quiero terminar este epílogo, no autorizado de mi admirada Mary Daza Orozco, sin manifestar, la profunda alegría que me produjo su  encuentro, en un desayuno dominguero, donde en presencia de varios amigos, tuve la fortuna de mostrarle dos de sus obras: “Lo que tú quieras” y “Los muertos no se cuentan así”, compradas de tiempo atrás, las cuales me abstuve de marcar con mi nombre, para que ella me las dedicara, cosa que hizo en el acto, quedando sus mustias hojas como testigo del  paso del tiempo, demostrándome que no fue vana mi espera.

Nota de cierre: Aún sin comprender las razones por las cuales Mary Daza Orozco tomó la decisión de marcharse, debo señalar que fue una irreparable pérdida para sus muchos lectores, e incontables admiradores, entre quienes tengo la fortuna de contarme.

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Dario_Arregoces: