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Entusiasmo

“Pedro le dijo: aunque tenga que morir contigo, no te negaré” (San Mateo 26,35)

Dícese de la exaltación y fogosidad del ánimo. Es la excitación por algo que admiramos o que nos cautiva. Puede ser entendida como pasión, fogosidad, vehemencia que nos mueve a adherirnos fervorosamente a alguna causa o empeño. Es grato participar con personas que tienen pasión y entusiasmo por lo que creen, que comparten con pasión sus convicciones y manera de vivir. No podemos evitar ser movidos por el fervor de sus palabras y ser contagiados por la fogosidad de sus actitudes de cara a la vida misma. ¡Me hace mucho bien estar al lado de esta clase de personas! 

Pensando en este tipo de personas, viene a mi mente Pedro, el apóstol. Él era un hombre que vivía con pasión. Fue él quien se atrevió a caminar sobre las aguas. Él fue el que con entusiasmo sugirió hacer una enramada en el monte de la Transfiguración. Ante las preguntas del Maestro, era el primero que respondía. Pero, era esa misma pasión que lo catapultaba como líder, la que, con el tiempo, se convertiría en algo peligroso. Pedro amaba al Señor, deseaba con desesperación mostrar la profundidad de su compromiso. Con fervor proclamó que jamás le daría la espalda al Maestro, aunque todos los demás lo hicieran. Aunque Cristo intentó hablar la verdad a su corazón, su pasión era tan intensa que ya no estaba abierto a recibir advertencias de nadie. 

Sin duda que el entusiasmo es una cualidad importante que debemos cultivar. Nuestras palabras y comportamientos deben comunicar convicciones que afecten positivamente la vida de otros y seamos capaces de cambiar para bien el entorno en que somos y nos movemos. El peligro está en que, nuestra pasión puede ser tan intensa que nada ni nadie pueda disuadirnos de lo que queremos hacer. El secreto consistirá en condimentar con entusiasmo todo lo que hacemos: “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres”. 

Tenemos motivos suficientes para querer vivir una vida de victoria, con entusiasmo, celebrando cada día ser parte de una obra mayor que ha nacido en el corazón de Dios. Tomemos la mano que Dios nos ofrece para caminar por el sinuoso camino de la vida. No seamos personas insulsas, planas y sin sentido. Caminemos con la pasión y entusiasmo de sabernos hijos de Dios con un sentido de misión y destino que trasciende hasta la eternidad. No podemos vivir vidas de complacencia y pereza, el Dios amoroso que nos ha acompañado hasta ahora, nos invita a creer que vale la pena vivir con entusiasmo confiando en sus promesas y creyendo que ciertamente habrá un mañana mejor. ¡Vale la pena creer que la aventura apenas está comenzando! Atrevámonos a echar mano con la pasión y entusiasmo más alocado para caminar con aquel ante quien un día caminaremos confiados en su presencia celestial. 

¡Feliz día de la Libertad Religiosa en Colombia!

Abrazos y bendiciones.

POR: VALERIO MEJÍA.

Categories: Columnista
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