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Entuertos de una elección

Lo que sucedió en la primera sesión de elección del nuevo magistrado de la Corte Constitucional, es sin duda alguna, surrealista. Este Congreso de la República, el mismo que debía haber protegido la institucionalidad atajando el hambre voraz de poder de Gustavo Petro, el mismo que ha aprobado las perversas reformas del gobierno nacional, el mismo que le ha dado la espalda al pueblo colombiano, ya se descaró. El lunes pasado, al realizar el escrutinio en el Capitolio, quienes contaron los votos advirtieron que apareció un voto más. Cincuenta votos obtuvo el candidato del gobierno, Miguel Efraín Polo; cincuenta votos obtuvo la candidata de la oposición, la señora Claudia Dangond, y hubo dos votos en blanco. Eran 102 votos los posibles -ya que esos eran los senadores presentes en la reunión- y aparecieron 103. El presidente del Senado, que, como sabemos, hace también las veces de presidente del Legislativo, debió cerrar las puertas, no dejar salir a nadie del reciento, revisar las cámaras de seguridad y así, llegar al fondo de este gran entuerto. Hubiéramos disfrutado mucho al desenmascarar al delincuente, de cuello blanco, que se hizo el “avión” y pretendió inclinar la balanza hacia alguno de los lados.

Esta elección es absolutamente trascendental para Colombia, por eso mismo le dedicamos estas líneas. Como resultó electo el señor Polo, el año entrante Petro se quedará con la Corte Constitucional -para que le apruebe todas sus porquerías desde el control constitucional que por la Carta Magna de 1991 le asiste- ya que será él mismo, quien terne en mayo de 2025 para reemplazar a la Dra. Cristina Pardo. Petro no va a desaprovechar “ese papayazo”; por eso la suerte del país estaba en manos de esta elección. Como lo manda la constitución, es el Senado el que elige de ternas que se van presentando en orden, por diferentes autoridades, entre ellas, el presidente, a quien le corresponde ternar para el próximo turno.

En la segunda sesión para elegirlo, Polo obtuvo 57 votos, lo que le entrega su asiento como nuevo magistrado de la Corte Constitucional. Por su parte, Claudia Dangond obtuvo 47; esta vez los senadores votantes fueron 104. Ahora sí, “nos llevó el que nos trajo”. Se aprieta la Corte entre izquierdas y derechas y, con el retiro por cumplimiento de periodo del magistrado Antonio José Lizarazo, Polo asumirá pronto. No parece ser una coincidencia que el apellido de este señor sea, precisamente, Polo; tal como uno de los partidos que hace parte de la alianza de izquierda radical denominada Pacto Histórico.

Habiendo estado tan cerrada la votación al principio, y habiendo ganado el señor Polo por diez votos en menos de 24 horas, sin duda el votico de más que se dio el lunes fue depositado por un miembro de la bancada de gobierno. ¿Por qué? Para ganar tiempo y permitirle al gobierno nacional lo que a la postre hizo y que le “salió a pedir de boca”: contactar a algunos senadores, esta vez llegaron dos más que el día anterior y no hubo votos en blanco, para comprar su apoyo y seguir agrandando esta espiral de corrupción que, al mejor estilo de Olmedo López, de Sneyder Pinilla, y de la exconsejera presidencial para las regiones, Sandra Ortiz, sigue moviendo dineros para seducir conciencias y darle gusto al gobierno. Este congreso da vergüenza, se salvan muy pocos. El Legislativo se ha vuelto un cuerpo de apoyo casi que irrestricto para Petro, ahí tienen el cambio, ahí está el cambio por el que votaron más de 11 millones de personas.

El partido de la U apoyó a Polo en su elección; lo mismo hicieron los liberales. Juan Manuel Santos y César Gaviria, contrario a lo que manifiestan en los medios, acompañan a Petro en sus ejecutorias. El senador Humberto de la Calle denunció que algunos ministros llamaron a varios de sus colegas para convencerlos de votar por Polo. ¿Por qué tanto interés? ¿Qué estarán tramando? ¡Averígüelo, Vargas!

El panorama se complica, el gobierno sigue haciendo de las suyas y continúa avanzando en su proyecto de apoderarse de la institucionalidad para perpetuarse en el poder y esto parece no dolernos.

Por: Jorge Eduardo Ávila.

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