Hasta 1991 la política monetaria y cambiaria estuvo en manos de la Junta Monetaria. En la Constitución política que entró a regir desde 1991, es la Junta directiva del B de la R, que ahora goza de autonomía frente al ejecutivo, la que asumió dicha competencia.
La autonomía no se puede confundir con la independencia, no es una rueda suelta en el engranaje del Estado, debe ejercer sus competencias, como lo establece la Constitución, en coordinación con la política económica gubernamental.
Si bien, como lo prevé la Carta en sus artículos 371 y 373, esta es su “función básica”, como lo dejó sentado la Corte Constitucional en su Sentencia C – 481 de 1999, “también debe considerar el empleo, el crecimiento económico, el desarrollo y hasta el medio ambiente”.
Bien dice la Carta que la Junta “no puede ser indiferente a la búsqueda del pleno empleo”.
Gracias a su gestión, Colombia pasó de un Índice de Precios al Consumidor promedio del 20% en la década de 1992 a 2001 al 6% entre 2002 y 2008. Actualmente, la inflación objetivo del B de la R esta en 3% para 2019.
El principal instrumento empleado por la Junta para contener los brotes inflacionarios es la tasa de interés de intervención, que es aquella que le cobra el B de la R a las entidades financieras por los préstamos que les hace para darles liquidez.
También le concierne a la Junta el manejo de la política cambiaria. Es bien sabido que Colombia mantuvo por un largo período una banda cambiaria; la misma fue abandonada a raíz de la crisis de 1999, acatando las exigencias del FMI, que debió intervenir para sortearla y desde entonces tenemos un régimen de libre cambio, en la que la Junta directiva del B de la R sólo interviene ocasionalmente para contener brotes devaluacionistas o revaluacionistas extremos, pero su margen de maniobra es muy limitado.
En estos momentos la economía colombiana enfrenta una delicada encrucijada: no obstante contar con una tasa de cambio competitiva, crecen más las importaciones que las exportaciones, que no repuntan y, lo que es más grave, en estos momentos el déficit en la Cuenta corriente de la Balanza de pagos ha alcanzado a junio de este año el máximo histórico de 4.6% del PIB.
A este se le viene a sumar el déficit fiscal, que bordea el 3%, que no cede; por eso se suele hablar de los déficits gemelos.
Entre tanto la Junta directiva del Banco de la República está entre la rubia y la morena, pues a consecuencia de la devaluación galopante el IPC está bajo presión y la tasa de inflación tiende a rebasar el rango de la inflación objetivo, pero si sube la tasa de interés de intervención, para contenerla, acentúa la desaceleración del crecimiento del PIB, el cual se aleja cada vez más de la meta propuesta del 4% para el 2020.