Nuevamente, de manera informal, se habla del inicio de posibles diálogos de paz entre el Gobierno del Presidente Juan Manuel Santos y voceros de las autodenominadas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
El gobierno no ha dicho esta boca es mía sobre el tema, no ha confirmado pero tampoco a desmentido los rumores sobre esas eventuales negociaciones. Algunos sectores de la extrema derecha, como el mismo Presidente Álvaro Uribe Vélez, han pretendido armar un problema político con este tema; lo cual es totalmente injustificado.
Nuevamente se quiere meter al país en el falso dilema de la guerra o las negociaciones de paz, cuando hace mucho rato el mismo se había superado: para adelantar unos eventuales diálogos preliminares a una negociación con los grupos subversivos, en particular con las FARC, no es necesario bajar la guardia en la lucha contra la subversión.
Por el contrario, sólo una actitud firme del Estado, y en particular de las Fuerzas Militares, es la que puede ayudar a llevar a las FARC a la búsqueda de una negociación.
La consecución de la paz es el gran anhelo de cualquier gobierno. En el caso de Juan Manuel Santos, hay que recordar que la búsqueda de un proceso de paz fue el inicio suyo en la política, en la época del gobierno de Ernesto Samper…
Ahora, insistimos, de nuevo algunos prelados de la Iglesia Católica, y otras personas de talante progresista, bien sea liberal, demócrata o de izquierda, han vuelto a hablar de escenarios de negociación para una salida política al conflicto que sufre el país hace décadas.
Y hoy, como ayer, hay problemas de confianza y algunos creados por las mismas FARC, luego del proceso del Caguán, durante el gobierno del Presidente Andrés Pastrana, cuando el Estado y la sociedad colombiana le dieron una gran opción de una negociación abierta y sincera con esa organización. Pero estas, las FARC, desaprovecharon esa oportunidad histórica de lograr una salida política.
Recordamos que es amplia la literatura que nos confirma que esa no fue la primera vez que las FARC hacen lo mismo; en el caso del gobierno de Belisario Betancur también fue tímida su actitud frente al diálogo y en medio de ese proceso a medias se produjo el exterminio de la Unión Patriótica, por parte de los grupos de extrema derecha armada.
Después de Betancur vino el gobierno de Turbay Ayala y el país optó por la mano fuerte, la salida solo militar. El Presidente Barco se la jugó también por la salida negociada y algunos grupos, entre ellos el M-19 fue el más importante, le apostaron a la negociación y todavía hoy están recogiendo sus frutos: llegaron a la Constituyente del 91, al Congreso, a Ministerios y hoy tienen la Alcaldía de Bogotá.
Después de Pastrana, llegó Uribe Vélez y volvimos a la política de mano dura y a insistir en la opción exclusivamente militar, política que ha rendido sus frutos en materia de seguridad pero que no logró acabar con las FARC, que era el objetivo.
Teniendo en cuenta esos antecedentes, como bien lo han anotado un grupo de intelectuales progresistas, con el Presidente Juan Manuel Santos, y ante los escenarios que abren las FARC, se puede explorar, insistimos, con la debida discreción y prudencia unos escenarios de negociación con esa agrupación guerrillera.
Hoy ratificamos que consideramos que el tema de la solución a ese conflicto armado, no se puede dejar caer en el falso dilema de salida militar o negociación política, como se dice popularmente las propuestas de halcones (militaristas) o palomas (pacifistas), sino que se debe estructurar una política que sin debilitar el accionar militar, dentro del respeto a la Constitución, la ley y las normas del derecho internacional humanitario, tenga a la mano la opción de la negociación política, como puede ser el caso en la actual coyuntura.
Por supuesto, sin incurrir en ingenuidades…