Por: Amylkar D. Acosta
Amén de las razones de equidad que esgrime el Gobierno para meterle la mano al régimen de regalías y reformarlo a su acomodo, también se utiliza como caballito de batalla la incorrecta utilización de los recursos de regalías por parte de los entes territoriales receptores de las mismas.
Se cita en la exposición de motivos de su propuesta de reforma un despacho de prensa según el cual “el jefe del ente investigador (la Fiscalía) afirmó que el saqueo a estos recursos supera el billón de pesos y si no hay soluciones. Para el Fiscal General de la Nación Guillermo Mendoza Diago, Colombia ´va rumbo a ser una segunda Nigeria por el alto grado de corrupción que hay en materia de regalías´. Este dantesco cuadro, desde luego, es motivo de alarma y de vergüenza; mucho más cuando se constata que la corrupción no se circunscribe a los recursos provenientes de las regalías y tampoco a las regiones. Es más si en estas los actos de corrupción compromete miles de millones, en el Gobierno central compromete son billones.
Desafortunadamente el cáncer de la corrupción ha hecho metástasis y se ha convertido en uno de los mayores males que afligen al país; en este país hasta la corrupción está centralizada. Y no lo decimos a humo de paja, es que son recurrentes los escándalos de corrupción que tienen su epicentro en el Gobierno central; cuando el fiscal habla del billón de pesos de las regalías que andan embolatados por cuenta de la corrupción, resulta que recientemente reveló el Zar anticorrupción, Oscar Enrique Ortíz, un Informe, basado en un estudio realizado por la Universidad Externado y Transparencia por Colombia, según el cual el valor de los sobornos para acceder a la contratación pública con cargo al presupuesto de la Nación de manera irregular asciende a los $3.9 billones anuales (¡!) a precios reales de hoy.
Pero, como dijo Horacio Serpa, gobernador de Santander, en esto de las denuncias indiscriminadas en contra de las regiones se han cometido dos clases de injusticia, la una de recordación (todavía se sigue machacando con la construcción de la piscina con olas en Casanare con recursos de las regalías hace una década, acotó) y la otra de generalización, porque no todos los mandatarios en las regiones han sido o son corruptos. Por ello, compartimos plenamente las apreciaciones del Editorial del Heraldo cuando con mucha contundencia ripostó a los intentos de estigmatizar a las regiones, al tiempo que se satanizan las regalías.
Según el diario del Caribe colombiano: “Los ladrones no están siempre en las regiones. Ni estos suelen ser más ambiciosos, audaces y peligrosos. Hay denuncias, pero no hay condenas. El Estado-Nación cuenta con medios para poner presos a los bandidos o corruptos territoriales y, al mismo tiempo, puede promover una mejor redistribución de la riqueza sin necesidad de buscar la deshonra, si es injusta, de quienes, además, por razones históricas, se consideran propietarios de unos recursos que el centralismo ahora quiere manejar directamente y de acuerdo con la escala de asignaciones y prioridades que se defina desde la fría Bogotá, más aún cuando las interventorías de las inversiones se originaron en la capital”.
De modo que esta campaña propagandística que se va venido orquestando a través de los medios de comunicación buscando con ella tender una cortina de humo con la lavativa de la corrupción con las regalías y sólo con las regalías, que permita ambientar el trámite y aprobación de este Proyecto de Acto Legislativo lesivo para las regiones, se debería orientar más bien a develar la trama mafiosa y corrupta que ha venido capturando la renta minera y petrolera, para quitársela a ellos (¡a ellos sí!) y no a las regiones que tanto la necesitan.
La corrupción no se va a acabar simplemente cambiandole de destinación a los recursos, ya sean estos de regalías o del Sistema General de Participación o traspasándoselas al Gobierno central como lo pretende este Proyecto de Acto Legislativo con las regalías. Como afirma Portafolio, “si las regalías no quedan blindadas contra los corruptos, poco importa cuál sea el esquema de distribución regional” y de ser así esta propuesta de reforma no pasaría de ser un sofisma de distracción. Con ello sólo se estaría imitando al marido burlado que vendió el sofá para que su mujer le dejara de ser infiel. La calentura no está en las sábanas, hay que tomar son medidas drásticas para impedir que se siga desangrando el fisco, así en el orden nacional como en el territorial, pero sin maniqueismos ni fariseismos estériles que no conducen a ninguna parte.
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