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Entre el déspota y el libertario conciliador

La libertad del individuo por encima de todo no puede ser posible, pues cuando se viene a ver, si se doblega ante cualquier actitud de tolerancia extrema, se cae en el libertinaje que, es la deformación de la libertad, lo cual trae como consecuencia el desorden, el caos, las posiciones conflictivas, en fin el malestar social general dando inicio al inconformismo, el cual es la fuente de las discordias y que, en una sociedad carente de bases morales y educativas, degeneran en el autoritarismo o despotismo, si de sistemas políticos hablamos, en predicadores del mal, si de creencias religiosas ostentamos, y en vandalismos si en contra de las leyes y procesos legislativos caminamos.

Todos estos temas se amparan intrínsecamente  en el interior del ser humano y la forma como llegan a él conforman lo que llamamos el ser déspota y a sus acciones despotismo, que si bien observamos en nuestra sociedades, a través de las actividades políticas, son las prácticas comunes de los dictadores, totalitarios y anarquistas, que cuando adquieren el poder con bases en sus ideas de obsesión extrema, es en donde se da lugar al manejo del odio, apareciendo este como arma predilecta y de destrucción inmediata.

Al déspota hay que enfrentar con el libertario, su contrario absoluto, quien maneja con altura muchas posiciones y sentimientos sociales, pero también algunas veces, si no existe la colaboración con intenciones de patria de la sociedad, se podría desviar hacia la libertad individual antes que la colectiva, convirtiéndose en la apariencia débil del despotismo como ha sucedido con algunos gobiernos en nuestra historia colombiana y por consiguiente se termina en las redes del anti valor humano.

Cuando una sociedad está bien informada, la democracia está haciendo efecto y por consiguiente todo a la luz del entendimiento toma forma y las decisiones del poder aciertan y es donde aparece el libertario quien logra con precisión manejar los problemas anormales que puedan darse, pero desde luego, aquí debe también asomar el espíritu del conciliador para lograr acomodar todas las opiniones y conceptos dentro de los márgenes tipificados con la ley.

Bajo este planteamiento el despotismo no tiene cabida, por lo tanto déspotas no se darán y solo en los países donde ha triunfado es a través del Imperio del terror, que cuando aparece el temor aliado con el miedo, entonces toma forma y se convierte en política de Estado en donde, el absolutismo, la anarquía y las dictaduras alzan orondas las cabezas para humillar a la sociedad del bien y de la democracia, siendo esta, para aquel, su peor enemigo, por lo tanto hay que propender por su destrucción.

Yo creo que en estos momentos de la historia de la humanidad ya no tiene cabida este sistema, el cual desaparecerá por lógica natural y con su aniquilamiento por completo dará lugar a la estabilidad mundial.

Ya es el momento propicio para que la democracia tome el mando por siempre, para que, en cada lugar se respire vida, progreso y paz con sentido social.

En las próximas elecciones se debe escoger al libertario con carácter conciliador, pero con fortaleza y sin miedo en todas sus actitudes, en especial, ante aquellas que requieren de la aplicación de la ley en forma inmediata. 

Hay algunos candidatos en los diferentes grupos y alianzas políticas que aspiran a la presidencia de la República que reúnen estas condiciones básicas, necesarias para enderezar a esta sociedad que, a punta de tanto tambaleo, por una política mediocre ejercida por ineptos, nos puede lanzar al abismo de las desgracias.

Por lo pronto y como acto de solidaridad, estaré al lado de quien fue mi compañero de estudios y de grado en ingeniería civil en la Universidad Nacional de Colombia, el ingeniero Rodolfo Hernández, ilustre hijo de la democracia “santandereana”, por quien guardaré admiración y respeto por el simple hecho de retar a una clase política casi que imposible de vencer, sobre todo, por un ciudadano apolítico, común y corriente, pero que maneja con altura la personalidad y el carácter como valores humanos y tiene sus pantalones bien puestos.

“Quien a su gente enseñe a manejar la libertad, ordenada con todo el sentido de su expresión filosófica, será el señor de los pueblos”.

Por Fausto Cotes N.

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