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ENTERRADOS O PLANTADOS

Por: Valerio Mejía Araujo

“… Si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda sólo, pero si muere, lleva mucho fruto.”

San Juan 12:24

En algún momento de nuestras vidas, todos enfrentamos retos: la pérdida de un trabajo, el final de una relación, una enfermedad. Los pensamientos negativos bombardean nuestras mentes y decimos: “ya todo terminó. Nunca veremos días mejores. El futuro es sombrío. Nuestra vida está arruinada.”
Creo que hay una diferencia entre dejarse enterrar y dejarse plantar. La diferencia está en lo que esperamos de la vida, en la expectativa que tengamos acerca del futuro y de lo que va a ocurrir. Si esperamos que las dificultades sean el final y renunciamos a nuestros sueños, entonces aunque seamos una semilla, no daremos fruto; pero si esperamos con paciencia hasta recibir la lluvia temprana y la tardía, tendremos fruto abundante.
La diferencia cuando uno planta una semilla es que espera verla crecer y de nuevo volver a la vida.
El libro de Eclesiastés dice que hay tiempo para todo. Hay un tiempo para enterrar y también tiempo para plantar. El tiempo de plantar llega cuando aparecen los retos. De cara a las dificultades de la vida, tenemos la semilla del Dios Todopoderoso en nuestro interior. Él nos infundió su vida.
Cuando pasamos por decepciones y por tiempos difíciles, tal vez sintamos que nos han enterrado, pero lo cierto es que simplemente nos han plantado. Eso significa que regresaremos. Y no sólo lo haremos con vida sino trayendo frutos abundantes de justicia con nosotros. ¡Si somos plantados como semillas, germinaremos, floreceremos, produciremos más fruto!
Cuando enfrentamos tiempos difíciles, nos sentimos enterrados, el lugar bajo tierra es solo y oscuro, es incómodo. No podemos ver la luz, todos caminan sobre nosotros. Pero si enfrentamos la vida con una actitud diferente y declaramos que estamos plantados y no enterrados por cuanto ese no es el fin, aunque nos encontremos bajo tierra, algo sobrenatural sucede y cuales semillas podremos decir: “no estoy enterrado, estoy plantado. Puede que esté muy hondo, pero este momento es transitorio. Tengo la vida de Dios en mí. Tengo fuerzas para retoñar. Volveré a crecer”.
En ocasiones, como semillas plantadas, tenemos que soportar tiempos sombríos, algunas noches solitarias, desplazar toneladas de tierra para abrirnos camino hacia la superficie, sintiendo que jamás volveríamos a ver días de luz, pero si continuamos presionando hacia arriba, creceremos  y floreceremos.
Amado amigo lector, si ahora tienes un gran reto, eso significa que tienes un gran destino y que Dios tiene grandes cosas que confiarte. Las personas extraordinarias enfrentan dificultades extraordinarias. Afortunadamente…  ¡también servimos a un Dios extraordinario!  Debemos declarar con confianza, que ninguna dificultad nos va a enterrar. Sea una pérdida, una decepción, una injusticia, nada nos hará renunciar a nuestros sueños. Neguémonos a vivir en la autocompasión. Declaremos que somos una semilla, que no nos pueden enterrar, sino plantar. Es posible que estemos bajo tierra, pero será transitorio, es sólo mientras crecemos y veamos la luz. Regresaremos en mejores condiciones, con fuerza y con mucho fruto.
Recuerdo el cuento de aquel viejo campesino agricultor que tenía su fiel burra para ayudarlo a realizar los oficios propios del campo. En un día de frío invierno, la burra se cayó en un pozo abandonado muy profundo del cual era prácticamente imposible rescatarla. La burra estaba atascada en el fondo y no se había movido, el agricultor pensó que la burra moriría y aunque le dolía, decidió dejar a la burra en el fondo del pozo y darle sepultura allí mismo llenando el pozo de tierra. Llamó a algunos amigos para que le ayudaran a echarle tierra al pozo, pero con las primeras paladas de tierra que caían, se despertó la burra, que comprendiendo lo que ocurría, en lugar de dejarse enterrar se sacudía la tierra. Cada vez que le caía una palada de tierra sobre el lomo, la burra sacudía su cuerpo y se libraba de la tierra que caía hasta sus cascos, entonces se paraba encima. No se rindió, se sacudía y daba un paso hacia arriba, se sacudía y daba otro paso hacia arriba, hasta que el agricultor y sus amigos vieron aparecer por la boca del pozo las orejas de la burra, que pudo salir y andar libre nuevamente. Echaron tierra para enterrar la burra, pero en cambio la elevaron.
Corolario: Cuando sientas que te cae tierra sobre la espalda, cuando la vida te amenace en forma injusta, cuando pases por momentos de decepción, no te dejes enterrar, sacúdete y da un paso hacia arriba. La misma tierra que echan sobre nosotros para enterrarnos, puede ser nuestra salvación, todo depende de nuestra actitud frente a la vida.
Las presiones de la vida pueden derribarnos o elevarnos. La misma tierra que intentó enterrarnos, puede ser la que nos ayude a subir. Aprendamos a sacudirnos y a dar un paso hacia arriba.
Caro amigo: no importa lo que tengamos que enfrentar, a Dios nada lo toma por sorpresa. Tomemos los retos y las dificultades de la vida como oportunidades para subir y darnos un aumento y no permitamos que nada ni nadie nos entierre. Tal vez no podamos ver cómo sacar algo bueno de alguna situación conflictiva, pero Dios tiene la forma de hacerlo. Si mantenemos nuestra fe, podemos declarar que estamos plantados, y pese a todos los pronósticos, creceremos y volveremos a florecer.
Dile conmigo: “querido Dios, gracias por tu ayuda en el proceso de desarrollar mi vida. Me declaro plantado por tu amor y no enterrado por las circunstancias de la vida. Te entrego mi futuro y mi corazón. Gracias. Amén”.
Un abrazo fraterno para mi primo “Nando” Molina… ¡Sacúdete, volverás a germinar!
Saludos para mis lectores y muchas bendiciones de parte de aquel quien todo lo puede…

valeriomejia@etb.net.co

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