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Enseñarlos a discutir

MI COLUMNA


Por: Mary Daza Oro
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Hay temas que debemos tratar en forma reiterada, porque siempre están vigentes, más cuando son jovencitos estudiantes, que los tocan y discuten, porque han escuchado de padres y profesores  opiniones que después las comentan con odio. Toda ideología, concepto y opinión personal, es respetable; es más, es un derecho del ser humano. No veo la razón por la que tengamos que molestarnos porque cada quién piense como quiera; sin embargo, hay expresiones que nos escuecen, especialmente en los jóvenes.
En estos días algunos me hablaban de los Estados Unidos con más ardor que si hablaran de la Alemania nazi, discuten de manera obcecada y no entienden razones, yo escuché y como se nos terminó el tiempo les prometí que iba a escribirles sobre el tema; que no todo es malo en el país del norte, que todos los pueblos tienen cosas buenas y malas, como los hombres, pero que no podemos ensañarnos sólo en lo negativo, ver lo bueno para bien de nuestro espíritu, porque el mundo ya está saturado de comentarios cargados de  odio.
Todo comenzó con el comentario de uno de los jóvenes: “Bien que a los  Estados Unidos le lleguen toda clase de males, todos las inundaciones, tornados y huracanes y les tumben todos los edificios para que se vea que no son tan poderosos”.  Sentí un estremecimiento, el mismo de hace muchos años cuando un amigo árabe me dijo: que lo mejor que había pasado en el mundo era que Hitler matara a esos millones de judíos, que esas limpiezas eran buenas. Se queda uno sin saber qué decir, sólo callar, es tonto discutir con quienes así piensan.
No hay alguien más obcecado que un fanático, tanto que no sólo no acepta otras teorías que no sean las suyas, llega hasta a matar y a matarse, porque se cree poseedor absoluto de la verdad. Se vuelve no sólo terco, sino cerrado de mente. A los fanáticos hay que dejarlos metidos en su mundo de terquedad,  resentimiento o de intransigencia,  porque yo no veo razón para que una persona que vive en esta ciudad, y vive bien, odie a un país poderoso en donde tanta gente ha tenido oportunidades.
A los jóvenes, sin embargo, no hay que dejarlos solos con esas teorías insufladas, sino tratar de darles la mejor orientación que podamos.
No quise discutir con ellos, las frases de siempre: que sí los Estados Unidos de Norteamérica, “es el imperio que subyuga”, “es la maldad que quiere apoderarse del mundo”, y todas esas frases que utilizan en la satanización que le han esparcido a su historia, sin abonarle nada bueno. Sin reconocer que allí se ha metido todo el mundo a buscar oportunidades, que millones de  hispanoamericanos y gentes de todo el mundo allá encontraron trabajo y una vida digna; que muchos de los nuestros han hallado refugio y han salvado sus vidas cuando han ido a tocar la puerta acosados por la violencia incesante de aquí.
Otro dijo: “Ese imperio ayuda para después cobrarse todo”, puras palabras de los contestatarios desde hace muchos años.  Pensé bendita la ayuda que llega en el momento preciso y a quien se siente solo y desamparado.
Escuché a un predicador una vez que lo bueno era ayudar sin que nadie se diera cuenta, pero que si se quería ayudar con cámaras y la prensa encima, también era válido, porque lo importante es que los necesitados reciban lo que en cualquier momento les hace falta.
Creo que profesores y padres deben desarmar sus ímpetus para hablarles a sus alumnos  o a sus hijos de la historia, y que ellos comprendan que todos los pueblos tienen páginas negras en su haber como las tiene y han tenido las distintas religiones.
Las discusiones son buenas, pero sin una carga de animadversión y si la hay, alivianarla,  para eso somos mayores, para eso somos maestros, para eso somos padres.

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