Actualmente el 10% de la energía del mundo se produce en más de 500 reactores nucleares alrededor del planeta. Esto ha empezado a generar un consenso entre la comunidad científica y los gobiernos, en que la energía nuclear es una de las soluciones más eficientes para mitigar los riesgos al medio ambiente y para cubrir una siempre creciente demanda en el mercado energético.
Para lograrlo, debe haber una rápida carrera que permitan las regulaciones necesarias en materia de energía nuclear y, así, convertirse en un mercado atractivo para los inversionistas y su capital, y para ser un nicho en el que brille la innovación y la lucha por propiciar un modelo de generación eléctrica con cero emisiones.
La meta de reducir los impactos ambientales es, precisamente, donde la energía nuclear tiene un amplio campo de oportunidad, especialmente si se compara con los daños probados que generan la quema de fósiles, las hidroeléctricas e, incluso, los mismos paneles solares. Lejos de la imagen apocalíptica que a veces se muestra de la energía nuclear, ésta es de las más seguras y limpias que existen, pues se produce por un proceso de calentamiento generado por reacciones de fisión del núcleo atómico, lo que no genera residuos de carbón: el gran villano del calentamiento global.
Vale destacar la decisión que tomó el Departamento de Energía de Estados Unidos, de priorizar la energía nuclear como su principal motor energético. Ocurre lo mismo con la empresa de generación de Ontario, que anunció que Canadá proyecta la construcción de una planta de generación de energía nuclear para los próximos 30 años. En general, son cada vez más las empresas a nivel internacional que han asumido con responsabilidad el proceso de cumplir metas de sostenibilidad basadas en energía nuclear.
Algunos casos visibles son grandes compañías como General Electric e Hitachi Nuclear Energy. Incluso el caso de la comunidad europea, que invierte cerca de 2 billones de dólares en un sistema nuclear de producción, contando con importantes inversionistas como Bill Gates, Google y varias empresas del gremio energético global.
Hay dos grandes metas que hoy preocupan al hombre. La primera es garantizar en el mediano y largo plazo la demanda energética en un contexto de crecimiento exponencial de la población. La segunda es la conservación de nuestra “casa común”, como la llamó el Papa Francisco. Sobre esta última, es imperativo impulsar una economía libre de polución de carbón para el año 2035, y llegar a cero emisiones de carbono hacia la atmósfera para el 2050. El grave deterioro de la capa de ozono obliga a tomar estas decisiones y, en ese sentido, varios de los más importantes empresarios del mundo se pellizcan y adquieren conciencia de lo importante de consolidar organizaciones que tengan la meta real de implementar un modelo en el que la productividad y la sostenibilidad son partes indivisibles en una misma ecuación.
Colombia no puede ser ajena a todos estos esfuerzos mundiales que van en la misma dirección. De hecho es una de las grandes metas trazadas por la Estrategia Climática Nacional de Largo Plazo (E2050), un ejercicio de planificación de largo plazo para contribuir con el logro de los objetivos globales plasmados en el Acuerdo de París. Sin duda, tenemos todo el potencial para pensar que el desarrollo nuclear en Colombia es posible; sobre todo porque tenemos los principales insumos: conocimiento y capacidad humana.
Por Eduardo Verano de la Rosa