Estos son apartes de una entrevista que concedió el expresidente y senador de Venezuela Carlos Andrés Pérez, al periodista Marcel Granier, el 22 de noviembre de 1998, quince días antes de que Chávez fuera elegido presidente de Venezuela.
“El gran desconcierto que hay en el país, la gran rabia y la gran frustración, por la situación que estamos viviendo; el pueblo desea un cambio profundo y radical, y comete el error en su ceguera de creer que un vengador es quien nos puede venir a resolver las cosas, sin darse cuenta que eso nos va a hundir aún en peores circunstancias de las que estamos viviendo actualmente. Vamos directo a una dictadura, donde las cárceles se abrirán para quienes no estén de acuerdo con ese gobierno y todos los problemas de corrupción que queremos acabar se harán más graves aun”. Lo que sucedió después es historia. Los 1.7 millones de venezolanos que tenemos en Colombia nos pueden dar un mejor testimonio del infierno que han tenido que vivir.
Traigo a colación estas premonitoras palabras del expresidente Carlos Andrés Pérez porque es algo que desgraciadamente puede suceder el año entrante en Colombia, si permitimos que los enemigos de las instituciones y detractores del gobierno sigan aprovechándose de la angustia de la población por la grave situación económica y de salud que estamos viviendo por culpa de la pandemia del covid.
La violencia desatada el pasado miércoles en el paro promovido por Gustavo Petro y varios sindicatos de trabajadores del país, fue lo mejor que le pudo pasar a los colombianos, para que nos diéramos cuenta de lo que se nos viene encima si Petro llegara al poder.
No pretendo ocultar el sol con las manos. Para nadie es un secreto que gran parte de la culpa de esta situación que estamos viviendo la tienen los partidos políticos por ejercer el poder bajo un sistema de pactos, prebendas y compromisos, en lugar de ejercer sus responsabilidades para promover el bien general en su condición de mandatarios de sus electores. La mayoría de colombianos estamos cansados de la corrupción e ineficiencia en la gestión pública y la complicidad con el sector privado.
Claramente, nosotros, los colombianos de a pie, también llevamos sobre nuestros hombros parte de esa culpa por no ejercer con nuestro voto el castigo en las urnas a los corruptos e incompetentes. Pero, como dijo el filosofo de Buga Absalón Fernández de Soto: “Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa”.
No caigamos en el error de generalizar o hacerle eco a las críticas que le viene haciendo la izquierda al Gobierno del presidente Duque, para justificar un cambio de régimen de poder que va a resultar peor. Una cosa es administrar este país con todos los problemas de orden público y déficit fiscal, heredados por décadas, y otra muy distinta, es administrarlo con una pandemia que se le salió de las manos por lo imprevista y demoledora a todos los gobernantes del mundo.
Dios quiera que no tengamos que experimentar en carne propia la tragedia que vive hoy Venezuela. Petro ha demostrado ser un enemigo público. Su política es promover la anarquía y el odio de clases para aprovecharse del dolor e incertumbre de los cuidanos para llegar al poder.