X

En San Genaro Cesar se escucha el clamor del indio

 LUIS EDUARDO BARRETO MUEGUES

Adentrarse en la Serranía de Perijá, significa disfrutar de un placentero viaje sobre una naturaleza diversa, que representa la riqueza de nuestra nación. Recientemente en un viaje de trabajo, en el que EL PILON hizo presencia en los Primeros Juegos Indígenas, realizados en el Resguardo Sokorpa, con la participación de las etnias Wiwa, Arazario, y los anfitriones Yukpas, pudimos observar, después de apreciar la riqueza natural, la pobreza en que subsiste la comunidad del asentamiento San Genaro, perteneciente al mencionado resguardo.

Este asentamiento,  que forma parte del núcleo poblacional del resguardo Sokorpa, que lo integran los asentamientos La Misión, Sikakao, Caño Salao, Ipika, Santa Rita, La América, entre otros, alberga  a unas 35 familias de Yukpas que subsisten del cultivo de pancoger. Allí en los pequeños ranchos cubiertos de pedazos de hojas de zinc, palma, plástico y cartón  se resguardan hasta tres familias, el fogón de leña circundante en un costado del rancho, siempre es atizado por una de las abuelas del tronco familiar, que por lo regular cocina arroz o maíz, acompañado, de vez en cuando,  por un pedazo de carne de monte o de res. No siempre se avituallan de estos alimentos, muchas de las veces, solo arde la leña para resguardarlos del frio.

Roberto Quiroz, es el encargado del asentamiento; su tarea es representar a la comunidad en las distintas asambleas y corresponder con la coordinación de la guardia indígena además que funcionen tanto el centro de salud como la escuela. Con él recorrimos parte de la zona y analizamos la problemática fundamentada en la escasez de servicios básicos en esta comunidad. “Nosotros aquí teníamos un acueducto que suministraba agua para todos, pero hoy nos toca almacenarla en canecas y eso nos trae consecuencias, especialmente para la salud de los niños” dijo el líder.

En efecto, allí se puede observar la existencia de una alberca que almacenaba el agua, la que llegaba por mangueras al centro del asentamiento en donde todos disfrutaban de agua fresca, existía un bebedero con grifos y baños comunitarios para las necesidades básicas. “Ahora nos toca recurrir al monte y eso es una amenaza para nuestra salud” asegura. 

Los Juegos Indígenas, se realizaron con un aporte de 20 millones de pesos,  realizado por el gobierno del Cesar, y los organizó y desarrolló la coordinación de deportes de Becerril. Mientras los indígenas,  en una de las canchas dispuestas para el evento,  disputaban la primera ronda de futbol de salón, en otro lado se realizaba la prueba de resistencia bajo el agua, en donde tanto Yukpas y Arzarios superaban los tres minutos sumergidos, EL PILON revisó el estado del centro de salud, construido allí hace varios años y que es visitado cada 20 días por el personal médico de Dusakawwi, entidad encargada de la salud de los indígenas en el Cesar. 

Lo cierto es que este centro tiene de todo,  menos condiciones para la atención en salud, precisamente allí nos acomodamos, árbitros, deportistas y periodistas. No tiene botiquín para primeros auxilios, no hay camas y muchos menos, durante el desarrollo de los juegos,  estuvo allí un enfermero o al menos el promotor de salud de la entidad responsable de este sector.

Ese primer día alcanzó para recorrer sobre la pequeña planicie, en donde el sol no se ve, pero se siente y la brisa fría te ayuda a quemar la piel, para descubrir, que San Genaro, esta rodeado de cerros, que al filo de la tarde se presentan precipitaciones y que los indígenas de todas la edades, disfrutan, en medio de sus carencias, de la naturaleza viva que allí se respira.

La noche estuvo matizada por el único televisor existente, en la casa del concejal Yukpa y al que acuden todos los interesados en disfrutar de una película o de videos musicales, la casa estaba atiborrada. Nosotros decidimos acercarnos a donde estaban los visitantes, los Wiwas, quienes con acordes de gaita, tambores y maracas hicieron bailar a los niños hasta bien entrada la  noche.

La cita con Ir Vichí, el hombre más viejo del mundo

Al amanecer del nuevo día, sin señal celular, desconectado del mundo, y con dolor en las extremidades, por el extenuante recorrido de cinco horas de camino, nos dispusimos a enfrentar la tarea de ese sábado. El desayuno fue carne frita con yuca y un pocillo de leche con panela, preparado por una anciana Yukpa.

Ese día, nos sorprendió con el rumor de la existencia de un abuelo Yukpa, que según la comunidad, es el mas viejo de todos; aseguran que supera los 120 años, es decir, estaríamos al frente del hombre mas viejo del planeta. “Si usted lo viera, camina solo, habla muy poco el español, pero es un excelente fabricador de paletillas” dijo emocionado el líder Yukpa Davinson Restrepo.

El concejal Luis Carlos López, aseveró que el anciano supera los 150 años y enfatizó que este ha sobrevivido a todos los embates que el colonizador ha emprendido contra el Yuko en su territorio. “Ir vichí, me contaba mi abuelo que murió a los 90 años, es un hombre, muy viejo y ya se han muerto casi todos los ancianos y el sobrevive” 

Con ansiedad esperamos la llegada de Ir vichí, el centenario abuelo Yukpa, a quien en su etnia veneran y respetan. Mientras tanto,  los juegos continuaban su desarrollo; se hizo el tiro al blanco con paletilla en donde se demostró la puntería y la destreza del indígena con la flecha y el arco, tanto para la caza, la pesca  y la defensa personal. Los partidos continuaban con excelente nivel de los participantes, quienes hacen el ejercicio para escoger la selección de jugadores que se someterán al escrutinio del Pibe Valderrama, imagen de los juegos nacionales indígenas de este año.

La espera no fue tan larga, a eso de las 11:30 de la mañana, pudimos observar la silueta de un diminuto anciano sobre el lomo de un burro, quien se hacia acompañar de otro indígena quien venia en el anca del animal. La emoción tampoco no se hizo esperar por parte de los Yukpas quienes gritaban ¡ahí viene Ir vichí!  

Efectivamente, el diminuto hombre vestía una manta, que por su suciedad no revelaba su color real, tenía un tinte ocre, pero ciertamente su color verdadero es el blanco. Unos zapatos blancos, igual a la manta y una gorra azul matizada por el polvo de los años. Su estatura aproximada a los 70 centímetros, sus manos pequeñas conforme a su cuerpo, con algunas pronunciaciones en las coyunturas de sus extremidades. Su cabeza grande, los ojos rasgados y los rastros de la edad reflejados en las su piel arrugada.

Los indígenas lo ayudaron a apearse del burro, se apoyo en dos palos de guácimo, dio unos cuantos pasos y se subió sobre un asiento de cuero. Entre susurro nos dijo que se llamaba Evelio Fernández y al preguntarle por su edad, dijo tener muchos años. “yo viví en la finca de José Ortiz, años, años y años, después en Santa Rita, años, años y años y así, también en la Misión y ahora aquí en San Genaro”  fue lo poco que pudo decir y se le pudo entender.

Lo cierto es que su contextura y el semblante de su rostro reflejan el paso de muchos años, puede superar los ciento diez años,  ser el hombre más viejo de la tierra, tener la sabiduría de un anciano indígena, transmitirle a sus nuevas generaciones el conocimiento de la medicina tradicional como afirmo uno de sus sobrinos  y estar allí, internado en plena serranía de Perijá Cesarense, cuya belleza,  misterios, riquezas y hasta pobreza aun están por descubrir.

El retorno con deseos de volver

La final de los juegos se dio, se hizo la clausura con las presentaciones de las danzas indígenas de los dos resguardos; los Yukpas escenificaron la curación del niño y la demostración de una guerra entre bandos, como en sus viejos tiempos de vendetas. Los Wiwas hicieron la demostración de la hilada y la sacada del maguey. El Coordinador de deportes de Becerril entregó los premios a los ganadores en donde hubo una mezcla de trofeos, medallas, Uniformes, hamacas, utensilios de cocinas y  hasta confites para suavizar la tristeza de los perdedores.

Pasamos una noche más en San Genaro, y volvimos a escuchar hasta bien entrada la noche el tambor Wiwa y la tenue melodía de la gaita, en medio del bullicio nocturnal de la exuberante serranía de Perijá,  en donde el clamor del indio Yuko, hoy Yukpa, no se hace esperar. Madrugamos de retorno a Becerril en una jornada extenuante, pero que nos dejó la sensación que aun hay muchas cosas por descubrir,  los que nos afianzó el compromiso de volver.  

 

Categories: Municipios
Periodista: