En el marco de las tradiciones católicas, comenzaron las celebraciones de las novenas navideñas, nueve jornadas cargadas de buenos sentimientos en familia, cuyos protagonistas principales son los niños.
La tradición establece que la novena de Navidad inicia la noche del 16 de diciembre y termina en la noche del 24 de este mismo mes, periodo para compartir y llevarle alegría a los niños, pero también para congregar al resto de los miembros de la familia, además de los vecinos, compañeros de trabajo y de muchos otros renglones sociales.
Consideramos que, además de darle continuidad a las tradiciones católicas, estas son jornadas necesarias para cerrar un año caracterizado por sus múltiples dificultades derivadas del periodo pospandemia, donde hubo frustraciones para muchos y tal vez grandes realizaciones para otros. De todas maneras, son ciclos que se van cumpliendo y que mejor forma de culminarlos que en la unidad de la familia y recalcando en los niños la necesidad de los valores espirituales.
En el mundo católico, la Novena de Navidad o Novena de Aguinaldo, como se conoce, es el preámbulo de la gran noche de Navidad del 24 de diciembre, día en el que los colombianos celebran el nacimiento del Niño Jesús.
Dice la historia que esta celebración se le atribuye al fraile Fernando de Jesús Larrea, quien vivió entre 1700 y 1733. Hacia mediados del siglo XVIII el sacerdote Larrea fue quien elaboró las oraciones que fueron publicadas en la Imprenta Real de Santa Fe, por petición de la fundadora del colegio La Enseñanza, Clemencia de Jesús Caycedo.
Los relatos históricos también registran que, después de esa publicación, el texto se fue ampliando hasta tener 52 páginas y tener su primera versión publicada en el año 1784, que fue cuando se popularizó hasta convertirse en una celebración típica e infaltable para los colombianos y que en Valledupar la acogieron con mucha devoción.
EL PILÓN, como testigo fiel del acontecer diario de la región y el país en general, valora el sentir de estas jornadas decembrinas donde, más allá del carácter espiritual, prima el interés por la consecución de la felicidad, la unidad y el bienestar de la familia, siendo esta el núcleo principal de una sociedad civilizada y en permanente evolución.
Que ese mismo sentimiento navideño también se irradie a todos los representantes de los distintos estamentos gubernamentales para que ellos, contagiados por el espíritu de la Navidad, hagan el más ponderado balance de lo que hicieron y dejaron de hacer en pro del bienestar de las familias en este 2022, bajo el precepto de que es la familia la base fundamental para el desarrollo de los pueblos.
Es mucho lo que falta por hacer en favor de la unidad familiar, de los hogares vallenatos y del Cesar, esa ha de ser una de las principales reflexiones que debe prevalecer durante estas jornadas navideñas, pero que no sea solo una tarea de la institucionalidad, sino también un propósito ciudadano de cada uno de nosotros.
La funcionalidad de los hogares es factor de desarrollo social, es la fuente de donde emanan los grandes servidores de la humanidad. Que en esta Navidad no se pierde de vista ese objetivo tan especial: la felicidad de la familia.