Díganme lectores si el vallenato no es una música de contrastes. Hace apenas unos ocho años visité en Guacoche, muy cerca de Valledupar, la humilde morada del juglar José Vicente ‘Chente’ Munive, y así como me cantaba orgulloso algunos de sus merengues famosos como ‘La escoba nueva’, ‘El cambio’ y ‘Dina Luz’, también me mostraba orgulloso el burro en el que recorrió buena parte del Magdalena Grande en sus años mozos, tocando su acordeón y cantando sus canciones.
La semana pasada otro músico vallenato, Silvestre Dangond Corrales, nos invita al aeropuerto ‘Alfonso López’ de Valledupar para deslumbrarnos con su jet privado, en el cual ahora se puede transportar por los aires del mundo donde lo contratan para hacer sus presentaciones, alternando con artistas de otros continentes.
Por primera vez en la historia del vallenato uno de nuestros artistas se puede dar el lujo de decir que llegará a la ciudad donde hará su presentación en su avión privado, cuyo costo, se supone, debe estar incluido en la cotización.
Esta es una clara muestra de que el vallenato no se ha estancado, ni mucho menos ha perdido terreno con relación a otros géneros musicales, y más bien nos indica que nos hemos internacionalizado tanto que el espacio aéreo ya es pequeño para llevar nuestra música a otros rincones del mundo.
De lo que no estoy seguro es si realmente la puerta que abrieron juglares como Luis Enrique Martínez, Alejo Durán, Rafael Escalona, Alfredo Gutiérrez, o el mismísimo Diomedes Díaz, por sólo mencionar unos pocos, le haya servido a Silvestre Dangond para aterrizar, no en el aeropuerto de Valledupar, sino en la vida.
En la mayoría de los casos, los seres humanos que pasan de la pobreza y humildad a la opulencia y excentricidad no han podido manejar posteriormente esos cambios bruscos de la vida, Dios quiera que no sea el caso de Silvestre. Sería peor el remedio que la enfermedad, si ahora que el artista se transporta en su jet privado les diera un mal trato a sus compañeros de agrupación, o los siguiera enviando en incomodos buses por las terribles carreteras del país.
De nada serviría que Silvestre se transporte en su jet privado, pero siga cometiendo los errores del pasado a los que no me quiero referir, precisamente para no invocarlos. Ojalá que Silvestre piense en ayudarle con su riqueza a los miles de paisanos que mueren de física hambre en su querida Guajira, no creo que el éxito de los seres humanos sea bien representado en bienes materiales suntuosos, pienso que el éxito y la verdadera felicidad consisten en que al final de la vida se pueda llegar a ser mejores personas.
COLOFÓN: Deseo de todo corazón que Silvestre ahora si aterrice, como lo hizo recientemente en Puerto Gaitán, con los pies en la tierra, o si no, lo prefiero como ‘Chente’ Munive recorriendo La Guajira en burro.