Esta generación no recuerda una celebración de Navidad similar a la del 2020. Lejos de incentivar el encuentro entre amigos y familiares que estaban fuera de casa, este año las autoridades y la ciencia recomiendan celebrar en casa con el círculo más cercano, para evitar la propagación del covid-19, un virus que, por resumir, arrebató a integrantes de casi todas las familias y destruyó todas las normas de convivencia establecidas.
El 2020 es atípico; nuestro actuar y compromiso también deben serlo. En Valledupar las autoridades establecieron toque de queda desde las 12:01 del 25 de diciembre. Pero que no sea por una norma o decreto, que sea por nuestros familiares, por aquellos que amamos y están en riesgo, por quienes cumplamos las normas de bioseguridad.
Esta pandemia ha desentrañado los profundos dolores del ser, las inequidades e injusticias de la sociedad, las angustias de los enfermos y sus familiares, las presiones y los cambios obligados de hábitos de los ancianos, la pérdida de socialización y educación de los niños y los adolescentes, el apaciguamiento de la feroz protesta y el desespero de recurrir a la violencia frente a situaciones de tensión en el hogar; y a la supervivencia de la inseguridad, el recurso al ejercicio de las armas y la continuación de soterrados conflictos en la estructura del país. Sin embargo, el poder más grande no da trazas de morir: el de la familia.
Si algo enseñó esta pandemia es que el futuro es incierto por planes que realicemos, sin embargo, se espera que el próximo año las cosas sean diferentes: que nuevamente un abrazo entre dos amigos que completan meses sin verse no sea un acto temerario, sino una muestra de amor y solidaridad; y que en la mesa no haya distancia física ni espiritual.
Llegar con salud y vivo a diciembre del 2020 luego de 8 meses de pandemia es una victoria, pero también un llamado a seguir cuidándonos, sobre todo en las fiestas, para que la alegría luego no sea el origen de la tristeza.
Pero es el momento para honrar a los que no podrán estar en la reunión familiar de Nochebuena, ya no porque están distanciados, por prevención, o aislados pasando el rigor de la pandemia en los días recomendados, sino a aquellos que han desaparecido de este bello planeta por las ordinarias causas o especialmente de manera nunca previsible, por la fatal e inédita peste.