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En el ojo del huracán

Por Darío Arregoces

Cuando el Papa Francisco, pide que recemos por él, lo hace temiendo que algo grave está pasando, o puede pasar.

El mundo católico se sorprendió con la renuncia de Benedicto XVI y poco a poco se han ido develando episodios de suma gravedad, ocurridos durante su papado, como lo es la violación de su correspondencia privada, por parte del mayordomo, Paolo Gabriele, que traicionando su confianza, filtró documentos reservados, a la prensa.

Se investiga sí obró motu proprio, o si se trató de un conspiración en contra de Benedicto XVI. En principio, el caso fue tomado como una “indelicadeza” por parte del mayordomo, a quien se destituyó e investigó, pero Benedicto XVI tiempo después le perdonó. No obstante, las dimensiones de éste suceso son inconmensurables.

De otra parte, los nuevos casos de pedofilia, por parte de algunos indecorosos ministros de la Iglesia, el rumor cada vez más insistente, de lavado de activos en el Banco del Vaticano, sumado a una salud en franco deterioro, fueron razones suficientes para que el octogenario Vicario de Cristo, dimitiera, convirtiéndose en Papa Emérito y dando lugar a un cónclave, inusual que elegiría al sucesor de un Papa vivo.

El ungido, no podía ser italiano, por el sinnúmero de “indelicadezas” atribuidas a la curia romana, fue la consigna manejada por la mayoría de los purpurados. Se da inicio el cónclave. Palabra que alude a la reunión de los cardenales para la elección del pontífice, que se hacía bajo llave, y que podía tomar mucho tiempo en el cual los prelados no podían salir.

Termina el cónclave con la elección del argentino jesuita Jorge Bergoglio, como el sucesor de Pedro. Se posesiona y seguidamente, nombra una comisión de alto nivel conformada por ocho miembros de intachable moral, a quien le encomendó la misión de poner la casa en orden.

Sin embargo, acometer una tarea así, es meterse el ojo del huracán. Con gran valentía, firmeza y responsabilidad, el Papa Francisco, viene asumiendo posiciones de cero tolerancia, frente a la corrupción, convertida hoy,en úlceras purulentas, que ponen al Obispo de Roma, como le gusta que lo llamen, en verdadero riesgo, pues se enfrenta ala curia romana, defensora a ultranza del statu quo y que no renunciará fácilmente a sus privilegios.

Por todo ello, es que el Papa, pide a sus feligreses rezar por él, y lo menos que podemos hacer, es acompañarle con la oración, para que Jesús, le conceda sapiencia y le saque indemne, de los peligros que le asechan.

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