Así como sucede cada año, la percepción general fue que el recién pasado Festival Vallenato superó la versión inmediatamente anterior; tendrán las entidades especializadas que cuantificar el comportamiento de la economía local, para confirmar o negar tal apreciación.
En todo caso, llama la atención la decisión de hacerle un “necesario contrapeso al festival”, como dijera equivocadamente un buen amigo, tomada por la Gobernación del Cesar. Se renovóla imperial costumbre de dar ‘pan y circo’,en clara intención de distraer de los problemas sustanciales al pueblo,afortunadamente la intención resultó inocua y hoy podemos decir que en la final del homenaje a Diomedes Díaz ganaron todos.
Ganó el folclor porque la calidad de los participantes crece en cada edición, lo que inexorablemente garantiza su supervivencia.
Ganaron los turistas y el pueblo vallenato, porque aún con pocos recursos económicos pudimos participar de los espectáculos del festival.
Ganó la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata, porque una vez más confirmó que el evento de acordeones es impermeable a los populistas discursos que solo enmascaran mezquindad política, aunque ya es hora de abrir espacios de decisión dentro de la organización y de hacer más asequible los eventos dentro del parque.
Ganó también el señor gobernador y su gente, porque terminaron imponiendo su decisión de hacer el concierto gratis el día y la hora predeterminada, así su apuesta por el fracaso ajeno no se haya cumplido. Además nadie se atrevió a cuestionar el origen de los recursos con los que se pagaría los artistas y la logística de la velada. Doble ganancia.
Ganó el señor alcalde de Valledupar, por el reconocimiento que Carlos Vives le hizo en el concierto central del Parque de la Leyenda, aparte de que el adefesio jurídico que prohibía el concierto de la gobernación no ha tenido repercusiones disciplinarias.
Ganó Carlos Vives porque se gozó el Festival Vallenato, al tiempo que la prepotencia y egoísmo politiquero le permitieron duplicar sus ingresos de fin de semana. Complació a propios y extraños con su música y enseñó a nuestros artistas que el público prefiere la sensibilidad, el respeto y exaltación de nuestros orígenes, a la ramplonería y arrogancia que le hace daño a quienes los tienen por modelo de comportamiento.
Ganó Silvestre Dangond, porque a pesar de que el nerviosismo post Vives se le notó en sus desafortunados ademanes escénicos iniciales, poco a poco fue cogiendo el hilo y terminó haciendo una gran presentación,removiendo con su espectacular voz los recuerdos que convirtieron el parque en un torbellino de encontrados sentimientos.
Ganó el gran Martín Elías Díaz, porque estrenó oficialmente la responsabilidad de prolongar la obra de su padre;se dio cuenta que el solo carisma no es suficiente para mantener el éxito y se convenció que es urgente una recomposición en la nómina de su conjunto, cuyo acompañamiento instrumental es muy inferior a la potencia que a pesar del desgaste de la temporada mostró en su voz, amén del armónico manejo escénico, hoy mejorado por su nueva imagen.
Nos vemos el año entrante.
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