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“En el Cesar el apoyo a la literatura está condicionado a lo político”: Orlando Zuleta

Viviste más de 40 años en Bogotá, las nuevas generaciones de sandieganos, seguramente, no te reconocen bien. Explícales en detalles, ¿quién es Orlando Zuleta Araujo?

Soy un sandiegano raizal o de “raca mandaca”, como decimos por acá en nuestra región. En San Diego, sanamente y en relativa normalidad, transcurrieron los años de mi infancia y adolescencia. Como muchos saben mi origen proviene de una familia humilde de la comunidad. Fue, a través de muchas dificultades y de tumbo en tumbo, como logré sacar avante mis estudios de primaria y secundaria. Esta última, la secundaria, la fui a terminar en la Normal de Zipaquirá, un municipio de Cundinamarca, aproximadamente a una hora de Bogotá. 

San Diego, municipio del norte del Cesar.

¿Laboralmente, ¿cómo ha sido su desempeño?

Bueno, una vez terminé el bachillerato comencé a trabajar en la docencia. Posteriormente, con esfuerzos propios y de familiares, pude ingresar a la universidad. De manera que trabajaba durante el día y por la noche adelantaba mis estudios universitarios. Fue una etapa de mi vida nada fácil. 

En el año 1978 me gradué como Licenciado en Ciencias Sociales y Económicas, titulo expedido por la Universidad Libre de Bogotá. Casi de inmediato me vinculé como docente del magisterio, lo cual, por largos años, alterné con la cátedra universitaria en diversas universidades públicas y privadas. Como docente pasé por los niveles de primaria, secundaria y universitaria. 

Más tarde, para redondear mi formación profesional, hice una maestría en Geografía a través de un convenio entre el Agustín Codazzi y la Universidad Tecnológica y Pedagógica de Tunja. Ese magister contó con un alto nivel académico y científico. Resumiendo, en total sumo unos 42 años de experiencia laboral como docente. En lo personal, me casé, tuve tres hijos bogotanos y profesionales. Me separé y ahora, nuevamente, en San Diego tengo un segundo matrimonio de hecho y una cuarta hija, Lucero, cursando secundaria. 

Se sabe que tienes una producción intelectual, ¿cuántos libros has publicado hasta el momento?

Hasta el momento, de mi propia cosecha he publicado dos libros: el primero fue ‘Liderazgo, horizonte sin límites’, el cual fue lanzado en el marco de la Feria Internacional del Libro del año 2004, en Bogotá. El segundo, ‘Pensar el sistema educativo en la sociedad del siglo XXI’, es el más reciente, todavía reposa en cajas. Estaba en vueltas de su lanzamiento cuando se presentó la pandemia del covid-19 y entorpeció los preparativos del evento.

 Hay un tercer texto, ‘Camino luminoso de un periodista’, su autoría le corresponde a mi padre, Alfonsito Araujo Zuleta. Lastimosamente murió día previos de su lanzamiento. Sobre ese texto, yo le colaboré a mi padre en el proceso de compilación, clasificación y ajuste del contenido. Es un texto compuesto por artículos y crónicas periodísticas. También, en diversas revistas especializadas de circulación nacional, he publicado un grueso número de artículos sobre pedagogía, entre esas la revista ‘Educación y Cultura’, la cual tiene un ganado reconocimiento en el sector educativo del país.  

¿Cómo ha sido el apoyo por parte del sector público y privado para efectos de estas publicaciones?

Por acá en la región nuestra, más que en ninguna otra parte del país, ese apoyo está condicionado por la política. El autor tiene que ponerse la camiseta del proselitismo y servir a la causa electoral del político de turno. Si no, no hay apoyo económico para la publicación ni tampoco te asisten al evento de lanzamiento del libro. Eso es preocupante. 

Está demostrado que la política partidista socava la cultura y la educación. Por eso, comparto plenamente la hipótesis en circulación que, en la desbandada del Café Literario Vargas Vila, entre otras causas, influyó mucho la inmersión de la política. En el campo de la educación está el caso de la UPC. Su postración es consecuencia directa de su aberrante politización. El asedio de unos cuatro políticos la tienen sin autonomía y convertida en una especie de feudo electoral. 

¿Cómo vez el ambiente sociocultural en San Diego?

Prácticamente muerto. El municipio está sin propuesta cultural. Ya no hay méritos para ser catalogado como el municipio cultural del Cesar. El tema le es indiferente a los alcaldes. Ellos están, afanados, por las obras de construcción. Entorno a eso, giran buena parte de los recursos de inversión. 

El tejido social de San Diego está deshecho. Por ejemplo, no hay Juntas de Acción Comunal y si la hay elegidas y conformadas, están inoperante. Se adolece de las Veedurías Ciudadanas, instancias representativas de la comunidad, las cuales, eventualmente, pueden garantizar transparencia en las inversiones públicas. No hay medios de comunicación local. 

En lo político, solo nos queda el Concejo Municipal, pero no ejercen las funciones de control político y termina, normalmente, conformando una coalición mayoritaria gobiernista. 

Confabulados con el alcalde de turno, aprobando, sin previo estudio y sin debate, los proyectos de acuerdo provenientes de la administración. En esas condiciones, las administraciones sin contrapeso se despachan sin control, manejando presupuesto y burocracia a sus anchas.     

Como educador en uso de buen retiro, ¿cómo analizas el tema de la educación en el municipio de San Diego?

No hace mucho, en el curso de esta pandemia, le di una ronda a las instalaciones del colegio Manuel Rodríguez Torices, la cual es, sin lugar a duda, la institución educativa emblemática del municipio. Pues, en general, su planta física la vi bastante desmejorada. Y, lo que debería ser una zona verde, agradable, como una especie de rincón ecológico y con diversas canchas deportivas, está enmontado. Un espacio aprovechable, que no demanda inversión, simplemente voluntad de estudiantes, docentes y directivos. 

Sobre el aspecto administrativo, según versiones de corrillo y fuentes más confiables, se viene cuestionando, desde hace mucho rato, el talante autoritario e impositivo de la rectora. Parece que procede a través del premio y el castigo. Algo antipedagógico. Falta objetividad en su gestión. Y, lo más preocupante, no hay avances significativos sobre mejoramiento en la calidad educativa. 

Entre otras, yo creo que también hace falta organizar y orientar la escuela de padres, para que estos sirvan como puntal de apoyo a la labor docente. Sin el acompañamiento de la familia, la tarea docente queda en inminente riesgo de naufragio. Por otra parte, al igual que la cultura, los alcaldes le prestan poco interés al tema educativo en el municipio. Lo dejan como rueda suelta, sin la indispensable y necesaria coordinación a nivel de veredas y corregimientos.

Bueno, ya llevas unos buenos años asentado acá, pero ¿cómo encontraste y cómo vez el desarrollo general del municipio?    

Durante el tiempo que llevo, últimamente, viviendo en San Diego percibo unas administraciones municipales cerradas, sin despegue y, apenas transcurre el periodo de la llamada “luna de miel”, comienzan a irse anquilosando. Los alcaldes carecen de visión. No han tenido propuestas novedosas de cambio. 

Considero, modestia aparte, que les falta preparación en el campo de la administración pública. Los problemas se van acumulando sin solución a la vista. Desde hace ya décadas tenemos en agenda el tema del agua, conocido y padecido por toda la comunidad, alumbrado público deficiente y obras inconclusas a granel, para mencionar unas cuantas. 

Y, desafortunadamente en el otro extremo, contamos con una comunidad extremadamente tolerante, pasiva y conformista. Estamos en un marasmo. Y ahora, para colmo de males, la comunidad está desgastándose en una guerra intestina de pasquines insulsos y desmoralizantes, en vez de estar pendiente de los temas gravitantes y fundamentales que afectan la calidad de vida de la comunidad sandiegana.

San Diego fue noticia por la publicación de pasquines.

A estos paisanos, autores o gestores de esos pasquines, los invito fraternalmente a que desistan, a no perder el tiempo metiéndose en asuntos personales e íntimos de la ciudadanía. 

A nosotros, los ciudadanos, nos compete es velar por el manejo de los asuntos público, eso sí son bienes y recursos de todos los colombianos. Tenemos que meterle garra a San Diego. Generar sentido de pertenencia en la población. San Diego es un buen vividero, vale la pena preservarlo, cuidarlo como una villa, compuesta por familias tradicionales, garantizándoles calidad en la prestación de sus servicios público, inversión en el sector rural y conservación de los recursos naturales, especialmente el agua, elemento no renovable y garantía de supervivencia en los tiempos venideros.

Por: Yonglin Ovalle Zuleta

Categories: Entrevista
Redacción El Pilón: