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En el Antiguo Testamento, en el Nuevo y la razón natural

A propósito de la renovación de la conmemoración del nacimiento de Jesucristo, Dios y hombre. Este no es un tema baladí o de soslayo sino principal en la existencia de cada quien en cualquier situación que ocupe en la sociedad.

Sus enseñanzas constituyen la plenitud de la Ley Mosaica mediante su interpretación espiritual racional, sin derogarla.

Las siguientes afirmaciones de parte de Jesús son eminentemente racionales, dignas de la filosofía llamada personalista, que devino muchísimos siglos después, tan cara por ejemplo a San Juan Pablo ll.

El hombre no es para el sábado sino el sábado para el hombre; atender al enfermo independientemente de su condición religiosa o cualesquiera otras; no tienen necesidad de médico los sanos sino los enfermos; otras más por ese estilo que nos permiten darnos cuenta de la hondura de su pensamiento social por amor a los hombres. Jesucristo es un varón de dolores humanos con propuestas para resolverlos. Él es quien mejor conoce el valor del hombre.

Podemos añadir la oración del Padre Nuestro que es teologal y al mismo tiempo de razón natural; codifica las relaciones del hombre con Dios y de la convivencia de la sociedad humana.

Infortunadamente esta ha padecido muchos prejuicios religiosos causantes de desavenencias privadas y públicas, no pocas veces por ignorancias al respecto y también por fanatismos.

Es verdad que el hombre de la Edad Media vivió una centralidad religiosa separándose en buena parte de las actividades seculares, pero no es menos evidente que ante la destrucción masiva del mundo grecorromano mucho de la cultura atesorada por este fue salvaguardada por los monasterios religiosos, para reaparecer en el Renacimiento.

Una de esas abadías, quizá la primera, es la de Montecasino, Italia, (que tuve el privilegio de conocer), fundada por San Benito de Nursia, considerado patrono de Europa, hacia la primera mitad del siglo Vl.

Allí fue internado a temprana edad como estudiante quien sería más adelante el célebre italiano Santo Tomás de Aquino, de quien se sabe poco durante aquellos primeros años, pero ha quedado una famosa anécdota, la de que solo salía de su mutismo para preguntar “¿Qué es Dios?”. Luego tuvo toda la vida para darse y dar las más cabales respuestas.

Aquél saber teológico y filosófico fue custodiado por los escolásticos medioevales desde la Alta hasta la Baja Edad Media cuyo zenit es obra precisamente de Santo Tomás de Aquino, el sistema de pensamiento universal aristotélicotomista en el que dicha ciencia llegó a su máximo esplendor y cuyas luces aún nos llegan para que no nos perdamos en el camino del mero desarrollo económico.

Desde los montes de Pueblo Bello.

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