“Tarde o temprano mi oportunidad llega; mientras, no me puedo dejar morir”. Por el pasado de Fabiana Caro estas palabras son un acto de rebeldía. Es una mujer trans de 38 años. En noviembre del 2019 regresó a Valledupar por amor al fútbol y buscando una alternativa laboral.
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Es su segundo intento en la ciudad. La primera vez lo hizo por miedo. En enero de 2016 desconocidos ingresaron por el patio de su casa en el corregimiento de Guaymaral y quemaron todo lo que estaba dentro. Cuando llegó, solo había escombros. Nunca dudó que fue un acto de homofobia, igual que las piedras que le lanzaron el día antes de la entrevista.
El empeño por ser diseñadora de modas enciende en su corazón el deseo de resistir. “Tener de qué vivir, no depender de nadie, eso es lo que me da el valor para seguir”, afirma. El primer obstáculo antes de ser diseñadora, es obtener el diploma de bachiller. Aunque ya se graduó, por el cambio de identidad no es válido. “Vamos a gestionar para lograrlo”, agrega.
POCAS OPORTUNIDADES
No hay duda que desde la Constitución Política de 1991, Colombia ha avanzado en el reconocimiento de los derechos de la comunidad LGBTI. En materia de conquistas, resalta la legalización del matrimonio civil entre parejas del mismo sexo. En la lucha por la inclusión, la elección de Claudia López como alcaldesa de Bogotá marcó un hito en la participación política.
Pero en algunas regiones del país los colores del orgullo gay aún son grises, sobre todo en materia laboral y de seguridad. En el caso del Cesar, vivir sin miedo y conseguir un empleo son las dos principales luchas.
Lo narra una protagonista: Kelsi Polo Núñez, mujer trans de 29 años. Vive en Valledupar. “Parece que las mujeres trans tenemos que ser estilistas o dedicarnos a la prostitución; pero nosotras no solo somos trabajadoras sexuales, tenemos contadoras, administradoras, mujeres capacitadas”, indica Polo Núñez.
Ella es una de las mujeres trans preparadas. En el Servicio Nacional de Aprendizaje, Sena, se capacitó en Mercadeo y ventas, Atención al cliente y Comunicación asertiva. También es experta en presentar hojas de vida, comenta, y en recibir un ‘no’ como respuesta. “De algo debo comer”, señala, intentando justificar por qué es trabajadora sexual.
Según una caracterización hecha a las personas sexualmente diversas de Valledupar, el 46 % considera que su orientación sexual es un obstáculo para conseguir empleo. Angie Pinillosconcuerda con la percepción.“La posibilidad de entrar a una empresa o entidad diciendo que eres mujer trans, de verdad, es demasiado difícil”, afirma.
Su caso es excepcional en el departamento del Cesar. Desde hace más de 25 años trabaja en el Sena como instructora. Sin embargo, cuando ingresó aún no había decidido ser mujer trans. La decisión la tomó hace tres años. Tuvo miedo, pero ser de carrera administrativa la protegía de cualquier acto discriminatorio.
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Al igual que Angie, Milena Sofía Filva, mujer trans, alcanzó un espacio en la administración pública. Hace 20 años trabajó para la Gobernación del Cesar. Este año empezó con la Alcaldía de Valledupar desde la Secretaría de Salud, en el programa de salud sexual y reproductiva relacionado con la prevención del VIH en los corregimientos.
Los años y la experiencia le dieron a su discurso un tono conservador. “Las mujeres trans debemos tener un cambio de mentalidad, todo no es rumba, fiestas. Hay que aterrizar; la conducta hay que cuidarla, evitar que la sociedad hable de nosotras”, sentencia.
VULNERABLES
La población trans es el punto frágil dentro de la comunidad LGBTI. Principalmente por la atención que requiere y su invisibilidad. “Vulnerabilidad en atención de salud, inclusión escolar, media, básica y superior. Estamos acostumbrados a ver a las personas trans como trabajadoras sexuales, no en un aula escolar”, reclama Enderson Rondón, enlace de la Gobernación del Cesar con la población sexualmente diversa.
Lo anterior concuerda con estudios del Banco Mundial, los cuales señalan que las personas LGBTI obtienen resultados educativos más bajos debido a la discriminación, la intimidación y la violencia; registran tasas de desempleo más altas y sufren la falta de acceso a vivienda y servicios de salud apropiados.
“NO GUSTO DE MARICAS”
Aun cuando Kelsi Polo se queja de las nulas oportunidades laborales, en su rostro, de cejas delineadas y maquillaje suave, permanece la expresión de orgullo, un gesto casi contestatario ante ocasiones de discriminación.
En el maquillaje esconde una herida que necesitó 60 puntos para cerrar y dos operaciones para corregir la figura del rostro. El 10 de febrero de 2019 un sujeto la golpeó con una botella porque no gustaba de ‘maricas’.
“Estaba en un sitio público (discoteca) con una compañera. De pronto llega un sujeto y nos dice que nos fuéramos porque no gustaba de ‘maricas’. Mi compañera le dijo que no nos íbamos a ir. Cuando sentí fue el botellazo en el rostro mientras me repetía que no gustaba de ‘maricas’”, relata.
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Con la herida atravesando su rostro y amenazas en su contra, debió salir de Valledupar hacia Neiva por seis meses. Temía daños peores. Cumplido su exilio, regresó a la ciudad y con carpeta en mano recorre las instalaciones del Palacio Judicial cuando es citada a audiencia en el proceso que adelantan en contra del presunto victimario.
Pero ella no es la única víctima de la discriminación en el Cesar. A inicios de febrero, en Valledupar las alarmas se encendieron por el asesinato de dos hombres gais en una semana. Primero fue el ataque en contra de José Alfredo Orozco Barros, de 32 años, asesinado en un hotel del centro de la ciudad; a los cuatro días fue atacado en su casa Yojarvis Rincón, de nacionalidad venezolana.
La preocupación y los llamados de alerta de corporaciones como Caribe Afirmativo, quienes trabajan con esta población, se fundamenta en que más de 300 personas LGBTI han sido asesinadas en los últimos dos años en el país.
INVISIBLES
En Colombia aún no existe un estudio que determine la población LGBTI desempleada. Menos en el departamento del Cesar.
En las pasadas elecciones regionales del 2019, Breiner Zuleta, activista gay, inscribió su nombre como candidato al Concejo de municipio de La Paz. Aunque no alcanzó la curul, fue el quinto más votado del partido Alianza Social Independiente, con 195 votos. Sino un avance, un paso significativo en la inclusión.
“Tenemos que iniciar una caracterización a la comunidad LGBTI a través de una política pública para que quede en los planes de desarrollo de los municipios. No sabemos cuántos somos en el Cesar”, indica.
Y es que para el Banco Mundial la discriminación empieza por la invisibilización en los datos públicos. En el caso del Cesar no se sabe cuántos son, ni dónde están, ni a qué se dedican, menos cuáles son sus necesidades.
–Quiénes se están quedando atrás – Capítulo 4: Discriminación por género o etnia.
Por Deivis Caro.