Por Iván Lozano.
Haga de cuenta que usted quiere hacer una obra o remodelación en su casa que cuesta una millonada. Para eso necesita de la aprobación de su pareja que de paso no está muy de acuerdo con la idea. Si usted le habla del costo real de esa obra, seguramente su pareja le va a brincar por lo costoso. Entonces, es probable que usted maquille el presupuesto y tiempo de tal manera que se vea sensato y asequible y así conseguir la aprobación de su pareja. Es decir, echa mentiras que luego le costarán sangre porque la obra va a costar y durar mucho más. Así tal cual, ocurre con los proyectos públicos.
El anterior ejemplo ilustra con sencillez y claridad lo que ocurre en muchos grandes proyectos en el mundo y en especial en Colombia. Grandes obras son vendidas como la gran solución para determinada problemática o para impulsar determinado sector pero cuestan fortunas y duran años en terminarse. Todas ellas sin una juiciosa planeación, presupuesto honesto y con falso optimismo.
El reconocido arquitecto francés Jean Nouvel una vez comentó: “en Francia se establece a menudo un presupuesto teórico porque es la suma que políticamente se ha concedido para hacer algo. Es un presupuesto que se hizo porque políticamente podía ser aceptado. El precio real viene después”.
Aterricemos esto al departamento del Cesar. Si el gobernador de su momento, Luis Monsalvo Gnecco, obsesionado con el suntuoso proyecto del Centro Cultural de la Música Vallenata-CCMV-, hubiera dicho que ese proyecto no costaría 140 mil millones, sino que en realidad costaría 200 mil millones o más, pues le habría brincado todo el mundo. Si con el costo inicial, muchos levantamos la voz contra ese proyecto, con un costo mayor es posible que el movimiento hubiera sido mayor.
Entonces, abrieron la licitación pública a las carreras, escogieron el contratista amigo de ellos a dedo y comenzaron a construir sin planeación, sin una clara idea de sus beneficios y sin muchas cosas de las que en otras oportunidades hemos hablado. Hicieron lo que Bent Flyvbjerg, mayor experto mundial en megaproyectos llama en su libro ‘Cómo hacer grandes cosas’, “empezar cavando un hoyo”. Es decir, firmar contratos, y hacer un hoyo tan grande que no haya posibilidad de echar marcha atrás, sino rellenarlo. Y así, los políticos tercos, incontrovertibles y negociantes, impulsan proyectos que luego terminan siendo un fracaso.
Según el contrato firmado, el CCMV se haría en 22 meses y estaría listo para mayo de 2023. Era el trofeo del gobernador para mostrar en las pasadas elecciones como prueba de su gran ejecución.
El proyecto va un poco más de la mitad de su ejecución, lleva 2 adiciones en tiempo y ya preparan otra. La Gobernación no ha querido dar claridad sobre la adición presupuestal que va a tener. El proyecto sigue sin avizorar finalización y costo final. Una joya costosa que solo le ha servido a los negocios del clan y de los Daes. Y así se pueden revisar los proyectos del estadio de fútbol de Valledupar, los CDTS ganadero y pesquero y la Casa en el Aire, donde pasó lo mismo.
Los ejemplos de grandes obras con problemas no son solo del Cesar. El tren de alta velocidad de California es uno de ellos. El proyecto que inició en un coste de 33 mil millones de dólares en 2008 y estaría terminado en 2020, al día de hoy ha costado más de 100 mil millones de dólares y no se ve su entrada en funcionamiento. Lo mismo ocurrió con el proyecto del gran cinturón en Dinamarca en 1980 que constaba de 2 puentes. El proyecto sobrepasó el presupuesto inicial en 120%. Una barbaridad.
El autor Flyvbjerg llega a la formulación de la ley sobre la ejecución real de los proyectos: “por encima del presupuesto, por encima del plazo y por debajo de los beneficios, una y otra vez”.
En fin, en las obras públicas los ciudadanos no tenemos control sobre el manejo del recurso. Abundan obras suntuosas, con poca capacidad de retorno económico y social, presupuestos y tiempos mentirosos, beneficios particulares y de ñapa, obras faltas de estética como el CCMV. Siempre que le vendan cualquier proyecto, pregunte incansablemente por su costo final y desconfíe de las cuentas alegres. Twitter: @IvanLozanoba