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Un empate técnico por la convivencia

En la última semana las encuestas para consultarle a los colombianos por quién votarán el próximo 27 de mayo han dado como resultado un empate técnico entre Sergio Fajardo y Gustavo Petro. Después Vargas Lleras, seguido de Iván Duque –en caso de que este resultara ganador en la consulta del 11 de marzo frente a Martha Lucía Ramírez y el exprocurador Ordoñez. Que en este país esos sean los dos punteros no es para pasar por alto así no más.

Pero hay preguntas que no se entienden en estas encuestas. Por ejemplo, qué sentido tiene que en el mismo formulario se le pregunte a un colombiano de a pie si “¿Ud. cree que vamos a terminar como Venezuela?”. Por decir lo menos, es una pregunta antipática. ¿Acaso alguno de nosotros quiebra los platos luego de ver que el vecino quebró los suyos? Cuando toda América Latina tuvo dictadores espantosos, nosotros apenas logramos colgar ahí al hombre que trajo la tele. Si algo caracteriza a Colombia es no copiar ni siquiera lo bueno.

La cuestión no es por ahí. No necesitamos ninguna muestra de lo que puede pasarle a un país mal administrado por la izquierda, porque no hemos aprendido tampoco de lo mal que le va a los países administrados por la derecha cuando esta tiene las arcas concentradas debajo de sus puestos en el Congreso, en toda la administración pública, en las Cortes, en cinco capitales empresariales y un largo etc. ¿Qué la guerrilla no ha permitido el desarrollo del país? Bueno, sí, tienen responsabilidad y absolutamente grande por el solo hecho de matar, en nombre de la ideología de izquierda, los miles de colombianos que mataron y con cada uno de ellos también su talento. Ese es el asunto y eso también lo ha hecho la derecha y todos los grupos de autodefensa que actuaron en nombre de un país de derecha.

Pero resulta que seguimos poniendo la discusión en la infraestructura, de cualquier índole y, pese a nuestra historia, no hemos visto la nuez. Cuando un candidato como Fajardo, titubea para responder, se le tacha de ambiguo. Sí es que este país es para titubear a la hora de responder, para darse el derecho de pensarlo, para compartir las soluciones y dejarlas en el ambiente a ver cómo caen en la comunidad. De hecho las llamadas comunidades de paz son las únicas que han podido convivir en paz porque el ejercicio ha salido de ellas y por eso es tan escurridiza cualquier otra forma de convivencia que no surja de un trabajo comunitario profundo.

Tal vez por eso estos punteros, por alguna especie de identificación con la necesidad de pensar a un país desde otro lado y de reconocer otras formas de vida y de convivencia, otras necesidades. Es válido titubear. En el titubeo uno va del acierto al desacierto, critica y piensa, si tiene coraje se autocritica y se ve en el espejo como esperamos que hagan los candidatos. Es válido incluso cambiar de opinión muchas veces, como bien lo validó hasta Churchill, en aras de despejar lo verdaderamente importante, contemplarlo y sacarlo a la luz. Y tal vez, los colombianos de esta generación empiezan a ver el rayo y a saber que el gran asunto es lograr la mejor convivencia posible: aquella donde haya más risa, mejores condiciones para desarrollar el talento y la pasión, más dulzura y mayor posibilidad de morirse de viejo. Y eso no se logra con el ojo puesto solamente en el crecimiento económico o los beneficios materiales, sino con una comprensión honesta de lo que es este país. A fin de cuentas, para llegar al otro lado, es mejor caminar por el bosque silbando, que pasar por un puente que se puede partir en dos.

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María Angélica Pumarejo: