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Emoción vs. pensamiento

Hubo un momento decisivo en la historia del pensamiento filosófico que separó radicalmente en dos grandes épocas el panorama de esa actividad humana: el Tradicional y el Moderno.

Es cuando el meditabundo francés René Descartes pronunció la célebre frase, traducida al castellano: pienso luego existo. El exceso de este pensamiento nos lleva al racionalismo, ya que no solamente se puede llegar a la verdad con el buen uso de la razón, también con la intuición, mediante la metafísica y la ciencia teológica.

Pero de todos modos el pensar es esencial. Utilizando el pensamiento racional la humanidad ha podido avanzar extraordinariamente en las ciencias naturales y exactas, en la tecnología y la técnica, fructificando innúmeros beneficios para el hombre, la sociedad y la misma naturaleza que nos sostiene y rige.

Pero lo dicho no es sino un introito para destacar la importancia de la facultad y la necesidad de pensar.

Y lo afirmado por Descartes no fue sólo para hacer pensar a los dirigentes y a los pueblos europeos, sino también una voz de aliento y estímulo para todos los habitantes del orbe.

Sin embargo, sobre su faz hay unos hombres que piensan menos porque su capacidad emocional los envuelve en un avasallador torbellino emocional, próximo al síndrome de la ansiedad y al vértigo.

Esto es lo que observo, por ejemplo, en el devenir vallenato. Esta es una ciudad que se ha llenado de gentes queridas, nacidas aquí y venidas de otros lares. Y se respira un aire de bienestar material en la mayoría de sus habitantes, que ojalá abarque el resto, pero su comunidad está viviendo desordenadamente, porque está imperando más la emoción, la euforia que, sin frenos, ni privados ni públicos, impiden bastante el mesurado comportamiento social. Todos atropellándose los unos a los otros, vertiginosa e impacientemente, en bicicletas, en motocicletas, en cuatrimotos, en toda suerte de vehículos, generalmente de las más altas gamas, a grandes velocidades, no obstante por las mismas calles de pueblo de siempre, con muy escasas excepciones.

La iniciativa privada ha llenado de riquezas a las gentes de los bienes dichos y de edificaciones bajas y altas, y grandes almacenes; muchos terrenos que antaño eran potreros rurales, hoy están urbanizados, pero la colaboración oficial municipal es muy mezquina y a veces atolondrada.

Por ejemplo, pudiera ser una buena vía de descongestión vehicular en ambos sentidos, la pequeña avenida abierta entre el cerro que llamamos de Cicolac y la fábrica de lácteos hoy DPA. Pero, ¿Qué ha ocurrido?

Que allí hay un adefesio para el tránsito. Esa cosa mezquina, con cuasi figura de triángulo, con suplemento de mojones, en la intersección de esa avenida con la de la cuarta hacia el Parque Lineal obstaculiza el tránsito.

Absurdo eso, hay que pasar por encima de ese alto relieve para tomar la vía. ¿Cómo no hacer ahí una pequeña Rotonda? Y, ¿Cómo no hacerla, en la intersección de esa misma avenida con la de la novena hacía el Pedazo de Acordeón? Desde luego, en ambos casos con semáforos. Y ni hablar del esperpento de la ciclo vía millonaria
El pensar no se lleva bien con el aturdimiento. La emoción sin el pensamiento es improductiva.

En Medellín hay un teléfono público a contactar con la administración municipal a través del cual el ciudadano informa cada anomalía que observa a su paso. Antioquia sigue siendo referente obligado. Este servicio, ¿podría ser instalado en Valledupar?

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