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Emoción o confianza

Por: Valerio Mejía

“En vano es tender una red ante los ojos del ave” Proverbios 1:17

La salvación de los pájaros de hermosos colores, está en sus vuelos. Si sus nidos están cerca del suelo y vuelan bajo, se exponen a ser cogidos por el cazador o a caer en las trampas del trampero.
Igual nosotros, si permanecemos arrastrándonos por el terreno bajo de los  sentimientos y las emociones, nos encontraremos enmarañados dentro de las trampas de la duda, las mallas del desaliento, los timos de la incredulidad y las fullerías de la tentación.
Con mucha frecuencia, las apariencias y la sensibilidad son sustitutas de la fe. Por supuesto, que las emociones agradables y las experiencias que nos satisfacen profundamente son parte de la vida, pero no lo son todo. También los conflictos, sufrimientos, batallas y pruebas que nos encontremos en el camino, serán un aparte importante dentro del proceso de formación y crecimiento que necesitamos.
En todas las diferentes experiencias de la vida, debemos asegurarnos de contar con Cristo morando en nuestros corazones, sin fundarnos en nuestro estado de ánimo para caminar en obediencia delante de él.
En este punto, encuentro que muchos buenos creyentes encuentran trampas de desánimo y frustración, porque tratan de andar confiando en sus propios sentimientos en vez de confiar en Dios y su Palabra; así caminan por emociones, en vez de caminar por fe.
Debemos distinguir entre el hecho de la presencia de Dios y los sentimientos. Cuando nuestra alma parezca estar abandonada y desierta, podemos afirmar viendo con los ojos de la fe: “No te veo en esta situación, no te siento, pero ciertamente tú estás conmigo  como lo prometiste”.
Debemos depositar más nuestra confianza en Dios y su palabra que en nuestros propios sentimientos. Debemos mantener nuestros ojos fijos en la grandeza infinita de la obra realizada por Cristo y su justicia a favor nuestro. “Puesto los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe”. Cuando nos mantenemos bajo su tierna y vigilante mirada, podemos recibir fuerzas y motivación para elevar nuestras velas y partir de frente hacia la lucha valiente contra el mar de las incomprensiones y los absurdos de la vida.
Querido amigo lector: No permanezcamos bajo el abrigo de la desconfianza o durmiendo en el reposo inactivo de la duda, o permitiendo que nuestros cuerpos y sentimientos se balanceen de una parte a otra, como el barco que permanece anclado en el puerto sin hacer nada, arrastrado por el viento y echados de una parte a otra.

Amigos, la vida cristiana no consiste en cavilar sobre las emociones, o en arrojar la quilla de la fe sobre la superficie seca, o en arrastrar el ancla de la esperanza por el barro cenagoso como si tuviese miedo de encontrar la brisa saludable que nos lleve mar adentro.
Hoy quiero invitarte a que confiemos en Dios y en su Palabra, a que extendamos nuestra vela a los vientos confiando en aquel que gobierna la furia de las aguas  y la tempestad de las olas.
Puede ser que ayer nos haya visitado la aflicción y nos desalojó la morada. También puede ser que  ahora nuestro primer impulso sea ceder y sentarnos desesperados en medio de la destrucción de nuestras esperanzas. Pero no, no podemos darnos el lujo de dudar, esto pondría en peligro algún interés sagrado o la causa de algunas otras personas; por lo contrario, debemos fortalecernos en fe y continuar valientemente hacia delante.
Aquellos héroes de la fe nos están llamando desde las alturas y nos están diciendo que lo que el hombre hizo una vez, es posible hacerlo nuevamente. Ellos nos recuerdan la necesidad de la fe y también la constancia con que la fe debe realizar su obra perfecta.

Caro amigo, confiemos en el Señor y sus promesas de resultados sempiternos e imperecederos  y no creamos al engaño febril de las emociones que trae resultados inmediatistas y pasajeros.
Oremos juntos: “Querido Dios, ayúdame a confiar en ti, dame un corazón firme apoyado en tus promesas. Gracias por tu amor inmenso y consolador. Amén”.
Recuerda: Vale la pena confiar en Dios, porque nuevas son cada mañana sus misericordias.

Abrazos y muchas bendiciones…
valeriomejia@etb.net.co

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