Mi nota de opinión no menciona nombres propios y no tengo la intención de hacer señalamientos individuales, pero habrá de convertirse en una especie de “libro blanco”, o muro público. Mi objetivo es llamar a la reflexión colectiva y coadyuvar en el propósito de encontrarle una salida a la que sin dudar es la “joya de la corona”. De esa empresa depende en mucho el futuro local y aun regional.
El municipio de Valledupar es dueño de una entidad que posee unas fortalezas difíciles de encontrar por la forma tan económica como capta las aguas para abastecer el acueducto y la facilidad como evacúa las aguas servidas o residuales. Todo lo hace por gravedad. El poco uso de la energía eléctrica se traduce en millones de pesos de ahorro. Recibe las límpidas aguas del Río Guatapurí con un caudal, que aún en épocas de estiaje, supera con creces las necesidades de la actual ciudad.
Emdupar se rezagó y de haber podido ser una de las más sólidas del sector a nivel nacional, se le quedó atrás a la creciente demanda de los servicios públicos que provee, por lo que se encuentra postrada y le está debiendo gestión y compromiso a la historia. Varios de sus gerentes y juntas directivas posteriores al diseño y ejecución del plan maestro de 1991, han sido inferiores a sus verdaderas responsabilidades administrativas y estratégicas. La crisis ha hecho temer por su existencia. Al parecer tiene más pasado que futuro.
Da pena escuchar las reiteradas quejas y denuncias no solo de la ciudadanía en general sino, por ejemplo, de los constructores, que sienten que la empresa no responde a las expectativas de crecimiento de ese sector tan dinámico, pues adolece de un departamento de planeación capaz de suplir eficazmente lo que la ciudad requiere en los servicios básicos de acueducto y alcantarillado, y peor aún, la forma tan deficitaria como atiende los planes de ensanche de los mismos.
Si hubiera continuado con la proyección con que fue concebida y puesta a funcionar estuviera prestando un servicio en un 100 % de la ciudad, las 24 horas y además contando entre sus clientes a municipios como La Paz y San Diego. Y por supuesto nadando en plata. No se hubiera tenido que mendigar por la construcción de la Represa de Los Besotes.
Alguien me dijo que era una empresa en estado terminal pero no creo ni deseo que sea así, prefiero la versión de “cuidados intensivos”. De ese hoyo se debe y puede salir.
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