La que muchos identifican como la “joya de la corona” de Valledupar fue creada como efecto del desarrollo de una ciudad que crecía a pasos acelerados en la segunda mitad del siglo XX, esto por el advenimiento de muchas familias de distintas partes del país huyendo de las guerras políticas heredadas del siglo XIX, provocando ese fenómeno de desplazamiento el surgimiento de muchos establecimientos comerciales y la integración de distintas culturas que empezaron a mezclarse en este Valle.
En la presidencia del Alfonso López Pumarejo se instaló una red de acueducto que para la década del 60 ya era obsoleta e insuficiente para cubrir la población vallenata en crecimiento y solo el 20 % de los habitantes de esta ciudad contaba con el servicio de agua dentro de sus hogares. Para 1950 se había creado el Instituto de Fomento Municipal (INSFOPAL), que en 1957 quedó encargado de la construcción, operación y mantenimiento de los acueductos y alcantarillados de la capital del Cesar, departamento que sería creado finalizando la década del 60.
Como resultado de los trabajos realizados con INSFOPAL en 1961, el acueducto construido en Valledupar en 1942 sería administrado por la Empresa de Acueducto y Alcantarillado del Magdalena (Acualdelma); esta sería una especie de Plan Departamental de Agua (PDA), algo así como un Agua del Cesar pero en el antiguo Magdalena Grande. Acuadelma promovió un ambicioso sistema que transformó el arcaico sistema de acueducto de los años 40 y trajo una novedosa propuesta para el tratamiento de agua. Entre 1964 y 1973, Valledupar registró un impresionante aumento de cobertura en el servicio de agua, superior a la mayoría de las ciudades capitales de la región Caribe.
La consecuencia de un manejo administrativo exitoso en el servicio de agua en el municipio de Valledupar y la creación del departamento del Cesar teniendo como capital Valledupar forzó la emancipación en 1974 en la administración de este servicio naciendo así la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Valledupar (Acuadupar). Esto además de necesario era lógico, porque no tenía justificación que la capital del nuevo departamento contara con una empresa de servicios públicos administrada por un departamento del cual ya no era parte.
En 1977 se fortalece la entidad y pasa a convertirse en Empresa de Obras Sanitarias de Valledupar (Empodupar) a cargo del servicio de acueducto, alcantarillado, aseo, matadero y plaza de mercado; todo un pulpo que concentraba servicios importantes para la ciudad y su desarrollo, destacándose ante el DNP como una empresa eficiente, extraordinario balance financiero y buenas perspectivas.
Para 1989, la empresa pasa a ser conocida como hasta día de hoy la conocemos: Emdupar, y esto en concordancia con los vientos constitucionales que se aproximaban impulsando la descentralización política y económica de los entes territoriales, dando por terminado definitivamente el sistema Insfopal y cediéndole la autonomía de los municipios en el manejo de sus servicios públicos.
Las dos administraciones municipales elegidas popularmente comprendieron el papel de Emdupar y mantuvieron instrumentos de planificación como el Plan de Desarrollo de Valledupar siglo XXI (PDVS), acatado a pesar del color político que separaban a Rodolfo Campo Soto y Aníbal Martínez Zuleta, es por eso que son referentes de administración, no como los alcaldes de ahora que vienen todos a robar.
Pero algo ocurrió que conllevó al desmembramiento de la empresa a la que poco a poco le fueron quitando sus tentáculos y dejando de ser el pulpo de otros tiempos, quitándole varios de los servicios que tenía a cargo, entre esos, el de aseo.
Los grupos políticos hicieron lo suyo y la convirtieron en el objetivo de compromisos electorales con el que se pagarían apoyos de campañas políticas y se nombrarían gerentes cada vez sin la menor capacidad técnica, pero sí con ambiciones gigantes, como el caso de José María Gutiérrez Baute y Luís Eduardo Calderón Fuentes.
Hoy Emdupar está acabada, el papel de la Superintendencia de Servicios Públicos a través del agente especial ha sido paliativo como el tratamiento a un enfermo terminal sólo para aliviar el dolor y en cualquier momento informar a los vallenatos que el paciente ha muerto y toca darle sepultura, así estamos en esa espera, lo que definirá la creación de otra empresa, pero con la amenaza de ser un acuerdo de políticos locales vendiendo nuestros servicios para hacerse más ricos.
Fuente: Planificación Urbana en América Latina: el caso de Valledupar Colombia por Jaime Bonet-Morón y Diana Ricciulli- Marín.
Por Carlos Andrés Añez