ESCALPELO
Por: Dickson E. Quiroz Torres
Palabras pronunciadas con ocasión del sensible y lamentado fallecimiento del abogado César Enrique Almenares Quiroz
Nunca me imaginé en este trance. Darle la despedida tempranera a César Almenares Quiroz, un hombre en apariencia lleno de vida, desbordante de vida dispuesta al disfrute sobre todo de sus hijas, de su esposa y de su madre, que eran la razón de su vida.
Sin un quejido, sin un hasta luego se nos fue Checha, como cariñosamente lo llamábamos, dejándoles a familiares y amigos el corazón arrugado. Sabemos que los designios de Dios son incontrastables e incuestionables, y nosotros creyentes así lo aceptamos, pero nos cuesta hacernos a la idea de haberlo perdido, de no verlo más en lo material, de no gozar más su generosidad, su fraternidad, su consejo sabio y oportuno, su alegría, su risa socarrona.
Nos quedan sus recuerdos y enseñanzas, por fortuna ejemplarizantes. Fue sobre todo un hombre sencillo y humilde, de esa sencillez y humildad que contrasta con la arrogancia y la prepotencia. Nunca se las dio de engreído o presuntuoso a pesar de los tantos logros que a otros los hubiera envanecidos. Nacido en hogar campesino muy modesto, lleno de amor pero también de privacidades, logró estudiar y descollar en la mejor universidad del país, la Nacional de Bogotá, que no es cualquier cosa; allí, en la Nacional, donde muchos ingresaban pero pocos egresaban, se graduó de abogado con lujo de competencia. Qué orgullosos nos sentíamos los provincianos, y más sus familiares, cuando se afamaba el profesionalismo y la calidad humana de César Almenares.
Como funcionario público fue ejemplar. Su desempeño como Contralor Departamental del Cesar no tuvo una sola mácula, manejando la entidad con el pulso debido, ni excediéndose ni opacándose. César Almenares era prenda de garantía, y de ello dan fe todos cuantos lo conocieron y trataron.
Como amigo fue incuestionado. Leal hasta la muerte; en sus creencias políticas, en sus amistades políticas no hubo una sola defección: fue castrista por siempre, y lo fue más allá del mismo castrismo, muchas veces inclusive sin justificación. Y fundamentalmente fue camperuchero, lo fue hasta los tuétanos, lo transpiraba, llevaba a Camperucho en el alma; con razón se ganó el aprecio y la admiración de toda la comunidad.
Últimamente poco hablábamos, pero siempre que nos encontrábamos evidenciábamos fraternidad. Solíamos retrotraernos y recordar aquellas épocas de litigio cuando compartíamos oficina. Tantas historias, tantos episodios vividos juntos, tanto pereque para el tío Eusebio Quiroz… pero en los últimos tiempos, ahora caigo en la cuenta, ya casi no hablábamos de ese pasado: sólo tenías palabras y memoria para hablar de tus hijas, esas pequeñas que supieron realizarte al convertirse en tu mayor ilusión. Hay que ver cómo te brillaban los ojos cuando hablabas de tus amores, de tus hijas, de tu madre y de tu esposa.
Tu tiempo material se acabó, Cesar Almenares, tal como se acabará el de todos nosotros; pero inevitablemente seguirás en nosotros por la fuerza de tus recuerdos y enseñanzas, que serán indelebles, de los cuales deben sentirse orgullosos María Almenares, Osiris, María Beatriz, María Edith, Maira Alejandra, Eliécer y todos tus demás hermanos, familiares y amigos.
Hoy te rindo, en nombre propio y de muchos familiares y amigos, un sencillo pero sentido homenaje. Paz en tu tumba, hermano mío.
dicksonqquiroz@yahoo.com