En el fronterizo Estado del Zulia, los opositores barrieron en las recientes elecciones regionales de la hermana República de Venezuela. Manuel Rosales, el elegido gobernador, fue definido como un ‘portaviones’, por su capacidad de atraer el voto popular. En la capital, Maracaibo, ganó un joven abogado de Primero Justicia, el partido del excandidato presidencial Henrique Capriles. Los chavistas (PSUV) ganaron 20 de las 23 gobernaciones y casi 200 de las 300 alcaldías en disputa.
Hubo una gran abstención, pero es paradójico que en más de la mitad de los estados, sumados los votos de los candidatos opositores, generalmente dos, divididos, sumaron más votos que el oficial y oficialista ganador. Capriles dice que las elecciones fueron exitosas para la oposición. La mayoría de los venezolanos votan por los bloques de oposición.
Ha sido significativa la declaración crítica de la Misión de Observación electoral de la Unión Europea. Nos acogemos a los comentarios que en redes hacen los mismos venezolanos:
“Los observadores internacionales europeos dicen que en estas elecciones -a pesar de todos los problemas e irregularidades que ellos mismos enumeraron- hubo mejores condiciones que en elecciones anteriores, y creo que es así. De hecho, era de esperarse que en estas elecciones, por ser las que menos incidencia tienen sobre Maduro y su permanencia en el poder, fuera así.
Inhabilitaciones, uso y abuso de recursos públicos y medios del Estado en la campaña oficialista, hechos de violencia, agresiones a observadores y a la prensa, censura, uso de la justicia como arma política, puntos rojos y un largo etcétera: creo que los observadores lograron recoger las principales violaciones en su informe preliminar.
Por cierto, es importante que tanto los observadores como Borrell (Joseph Borrell, jefe de la diplomacia de la Unión Europea) hayan dicho y repetido y machacado que, aunque hubo múltiples irregularidades en estas elecciones, fueron mucho mejores que las anteriores. Y es que no puede ser de otra forma: las dos anteriores -presidenciales y legislativas- fueron tan fraudulentas que sus resultados no fueron aceptados ni por la oposición (que se negó a participar en ellas) ni por el mundo democrático. De allí proviene la ilegitimidad de Maduro.
Mientras Maduro pueda seguir inhabilitando a opositores, secuestrando tarjetas y partidos, financiando falsas oposiciones, censurando, usando tribunales, recursos y medios del Estado para su provecho personal, intimidando y ejerciendo violencia, pues seguirá haciendo y ganando elecciones. En este sentido es interesante lo que dice el New York Times: que estas elecciones sirvieron para demostrar cómo Maduro, por impopular que sea, puede ganar excluyendo y dividiendo a los opositores”.
Los días en que se decía que Maduro tenía las horas contadas han pasado; el presidente, concentrador de los poderes públicos, celebra cantando la ranchera El Rey. Solo la unidad de la oposición y la elaboración de un programa alternativo podrá destronarlo. El Zulia mantiene la antorcha del cambio político.