Igual que el Feng Shui (viento y agua), el yin y el yang (oscuro-brillante) son dos conceptos del Taoísmo, una tradición filosófica y espiritual de origen chino la cual enfatiza vivir en armonía con el “Tao” (la ‘vía’ o el ‘camino’), usados para representar o referirse a las dos fuerzas fundamentales opuestas y complementarias, pero interconectadas, que se hallan en todas las cosas existentes en el universo.
El Yin es el principio femenino, simboliza la Tierra, la oscuridad, la pasividad y la absorción; mientras que el Yang es el principio masculino y simboliza el cielo, la luz, la actividad y la penetración.
Quizás pocos hayan escuchado sobre estos dos términos como tal, pero lo cierto es que la diaria coexistencia del ser humano y de todas las cosas, sin ellos no habría equilibrio en el universo y el caos producido por el exceso de una u otra parte acabaría destruyendo la existencia del hombre, aunque suene apocalíptico y fatalista. Según esta idea, cada ser, objeto o pensamiento tiene un complemento del que depende para su existencia y que a su vez existe dentro de él mismo.
¿Nos hemos puesto a pensar alguna vez que son necesarias las lágrimas para lavar nuestro interior? ¿Es necesario el sueño después de la vigilia? ¿Se necesita conocer el odio para comprender lo que es amar o padecer alguna vez enfermedad para cuidar y apreciar nuestra salud? De lo anterior podemos deducir que nada puede existir en estado puro ni tampoco en absoluta quietud, sino en una constante transformación.
También cualquier idea puede ser apreciada como su contraria si se le analiza desde otro punto de vista y el mejor ejemplo es mirar un número desde dos frentes: el ‘6’, para uno será el seis y para otros será el nueve ‘9’, pues será apreciado desde su posición contraria. Pero, tampoco podemos olvidar que muchas apreciaciones y categorizaciones de lo que observamos solo lo sería por conveniencia, pues si podemos analizar el símbolo del número es uno solo, forma un todo completo y armónico y la idea es que, en lugar de verlos como opuestos absolutos debemos verlos e interpretarlos como dos aspectos de un mismo todo que están interconectados y forman un todo completo y armónico dependiendo el contexto desde el cual se analice.
Tal vez, el error que cometemos muchos al analizar nuestras relaciones de parejas (y no pretendo tirármelas de terapeuta sentimental ni mucho menos) es la de creernos que son más las cosas en común las que nos une, que de las que discrepamos, estas últimas son las que mantienen, aunque parezca irónico y contradictorio, la estabilidad en toda relación. Yo, por ejemplo, soy desordenado, pero mi esposa le gusta mantener en orden las cosas en el hogar y en ocasiones permite mi ‘desorden organizado’. A ella le gusta el vino, a mí la cerveza y eso no impide que alguna vez vayamos a un bar a disfrutar de unos tragos y permitirnos escuchar la música que le gusta al uno o al otro.
Pero, como decía, debe existir un equilibrio entre todas las cosas, pues cuando alguna de ellas en una parte se desborda produce la alteración de la coexistencia aspirada. Mucho frío al igual que mucho calor no es agradable. La rudeza de un guerrero se desvanece ante la dulzura del abrazo o del beso de un ser amado, aunque esto parezca debilidad, pero no, es el equilibro en su interior.
Todo tiene su opuesto, aunque este no es absoluto sino relativo, ya que nada es completamente ‘yin’ ni completamente ‘yang’. Y no puede existir el uno sin el otro, el día no puede existir sin la noche.
Los chinos nos han enseñado sobre estos dos conceptos, no son misteriosos ni mágicos, ni son propios de ellos, pues se basan en el sentido común, pero a través de su sapiencia milenaria nos permite pensar su correcta aplicación y aceptación, pues desbordar una de las dos orillas conlleva el desconocimiento del equilibrio, aquel que nos permite vivir civilizadamente en sociedad, comenzando con nuestra relación de parejas. Dos conceptos sencillos que representan el respeto entre opuestos y no olvidemos que también la vida tiene su opuesto, por eso, vivamos en armonía.
Por: Jairo Mejía.